Por: Antenor Maraví Izarra (*)
No
existe ninguna región del Perú, como ICA, tan íntimamente ligada a los
símbolos patrios y a los acontecimientos más importantes en los días
aurorales de nuestra vida republicana.
En
esta tierra de incomparable heredad histórica, luego del desembarco de
la Expedición Libertadora en la Bahía de Paracas (Pisco) el 8 de
Setiembre de 1820, al mando del General Dn. José de San Martín, días
después fueron creados los colores de nuestra bandera nacional. Una de
las ofrendas literarias más inspiradas en homenaje a nuestra enseña
nacional, pertenecen a la pluma del insigne escritor iqueño Abraham
Valdelomar Pinto, cuyo título es: “Bandera, ala de la victoria…”, quien
en una magistral descripción retrata el sueño de San Martín recostado
bajo la sombra de una palmera y el vuelo rasante de los flamencos que
abundan en el mar pisqueño (éstas aves son conocidas en quechua como
huachhua y parihuanas en las lagunas de las zonas alto andinas del Perú,
tienen el pecho cubierto de plumaje blanco y las alas rojas). Desde
entonces, esta narración literaria, se ha convertido en las
instituciones educativas, en una obligada cita en las ceremonias cívico patrióticas escolares del país.
Igualmente, nació en Ica el autor de las letras del Himno Nacional, José de la Torre Ugarte, y como si
estos hechos fueran poco, según refiere el historiador iqueño, Alberto
Casa Vilca Curaca, un día como mañana, el 21 de Octubre de 1820, por
mandato del Libertador San Martín, desde su Cuartel
General establecido en Pisco, con la concurrencia del Ejército
Libertador al mando del General Juan Antonio Alvarez de Arenales, se
llevó a cabo la primera proclama de la Independencia del Perú en la
Plaza de Armas de Ica a cargo del Alcalde del Cabildo de españoles,
General Juan José Salas, abriéndose de esta manera la primera puerta de la gloriosa gesta libertadora del Perú.
Empero,
vaya paradoja, estos pueblos legatarios de tantos pasajes históricos,
siguen clamando al sordo cielo la sanción ejemplarizadora de quienes
llenaron sus arcas de fechoría con los fondos destinados para los
damnificados y la reconstrucción del devastador y dramático terremoto
que asoló el 15 de Agosto del 2007. Transcurrido cinco años, todo sigue
igual, las dos comisiones investigadoras creadas en el Congreso de la
República, tanto en el gobierno anterior como el actual, así como los
organismos tutelares encargados del control y la sanción, todos bien
gracias como si nada hubiera ocurrido, orondos y felices entre la
impunidad y la indefensión imperante.
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