Después de 40 años (28/02/2009) heme aquí, volviendo a abrazar los bellos paisajes de Acobamba – Huancavelica. En esta oportunidad en la grata compañía de mi esposa Carmen y mi hija menor Cynthia, quienes por fin se animaron a conocerlo, quedando gratamente prendadas de sus innumerables atractivos.
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Cuarta Estación
Antenor Maraví Izarra
Ahora que mis brazos
se alzan en retirada
y mis libros se decoloran
sin la dulce miel de tu ancestro.
Oh, mi querida Acobamba
tierra del alba germinal
de mi canción azul.
Cofre hondo de mis recuerdos
mi pequeña pichiusa
rebelde como el cernícalo
siempre al amanecer.
En esta tarde de oraciones
junto a la tímida garúa
de mis ojos en lontananza
déjame regar tus mejillas
y estirar estos húmeros
para mecer el vaivén áureo
de tus trigales y arbejas sin par
florecientes al pie de los chirapas de luz
donde la exquisitez de tus tradicionales pucheros
trasuntaron por siempre en el alma del pueblo.
Déjame esculpir en tu amantísimo pecho
con las lanzas guerreras de este trashumante
que vuelve a tus calles al son y compás
de tus carnavales y coplas santiagueras
sembrados por nuestros antepasados
vencedoras de mil batallas
de jarahuis y trillas
donde la luna celosa
tantas veces deliró
abrazada a la ternura
de nuestra niñez.
Antenor Maraví Izarra
Que duda cabe
estos remos me llevan
a las ululantes veredas
de los pasos cansados
y cual eucalipto
de tanto abrazar
las luciérnagas
de pronto
como las estrellas fugitivas
siento deslizarse estos rocíos
en mis mejillas sin poder humedecer
las raíces agonizantes del huerto de Ojopampa
sembrados por los tíos Epifanio y Espirita,
donde aprendí a amar
la bendita ternura
de los mágicos encantos
de tu incomparable heredad.
De veras, hoy me siento
lejos, pero muy cerca a tu corazón,
y presiento que ya no cazaré
tu mirada furtiva
ni tampoco girar en ronda
al pie del aromático cedrón
que el abuelo Florentino sembró en el patio
para mirarte como un altillo sonriente y todos
abrazados a las ambrosías de tu génesis
hoy como ayer las lloviznas siguen regando
la añoranza inmarcesible de sus hijos:
Sebastián, Natividad, Epifanio, Espírita,
Cipriana, Ernesto, Faustino, María, Juana y Petronila.
Y los últimos del vivero bendito, todos acunados
con tanto amor: Eusebia y Félix, Fortunato, Alicia,
Alejandra y Filomeno, cuyos descendientes, hijos y nietos
hoy y siempre, seguirán escoltando con fervorosa pasión
las cuatro vertientes de la inmemorial identidad de tu pueblo
que hoy despliegan sus anchas alas desde el pedestal cimero
de nuestro amor inquebrantable, por siempre.
Antenor Maraví Izarra
Tierra de Florentino y Antonia
costilla molecular de los Izarra
herederos del primer beso estampado en las mejillas del pueblo
de maizales en vaivén y la sinfonía delirante de jilgueros
encadenados en las sudorosas mejillas de manantiales cautivos
y cabuyas enlazadas entre las ubres rojizas y siempre aquiescentes
de abundantes guindales y aguaymantos con los brazos extendidos.
Heme aquí, para retratar a tus ojos adormilados
y amarte sin fin hasta el amanecer,
heme aquí, con mis gritos y los gritos
del autoexilio masivo y familiar
con nuestros besos de diciembre
abrazados a los caporales y los negritos de Navidad
para desearte amor sin tregua.
Heme aquí
para encender las estrellas
en tu indómito corazón andino.
Heme aquí para navegar juntos
al encuentro del antuvión donde moran
inolvidables waynos y mulizas que nos legaron
los fundadores y aravikus de nuestro pueblo
abrazados de tinyas, charangos y viguelas cantarinas.
Hilandera de inolvidables apachetas de amor en Huancapite
donde tempranamente sembré mis nostalgias de huarma cuyay
hoy convertidos en cantos rodados cual ofrendas del ángelus
aún siguen latiendo en mi pecho llenos de gratitud
a los iniciales besos que incendiaron mi corazón.
Ven pues, pueblo mío a reencontrarte con el apego hondo
de mis nostalgias infantiles llenas de fragancias
y colores encofrados en mis recuerdos dormidos
que hoy abrazados de jazmines y alhelis
humedecen otra vez este barco de papel.
Atardecer de almandinas
Antenor Maraví Izarra
Dibujada entre los guiños del amanecer
casi a media luz y sin colores
en carboncillo
y desgastada agenda
guardo el corazón
de mi pueblo.
En mis recuerdos
llenos de orlas orgullosas
su silueta azulina
cargada de neblinas blancas
riegan sus bellas arboledas
y tejados siempre almandinas
donde las alas del viento
rondan abrazadas tejiendo
la hospitalidad de su gente.
En esta tierra de abundancia y bello esplendor
mis abuelos siempre enlazaron sus sueños eternos
con un ojo abierto y el otro escoltando a los vientos
y hoy, sus descendientes siguen regando incansables
de sur a norte todos los linderos mágicos de su encanto
convirtiéndola en indescriptibles movimientos cromáticos
que cautivan a propios y extraños cual posada de amor.
Por eso amo a mi pueblo.
y amo a las perdices y cuculíes abundantes en Allpas
igual que el sapito verde de Andabamba
que en los años de estío
me enseñaron a tener paciencia
y amar sin par a mis raíces familiares
amar sus costumbres milenarias
a sus piramidales petroglifos
que se yerguen señoriales desde el pórtico cautivante de Ccollo
y también en Huayanay y Paucará donde subyacen el fragor
de la mama pacha abrazados a los rítmicos y mágicos encantos
de los danzantes de tijera que tantas veces encendieron el candor
de mi niñez acompasados de altisonantes violines y arpas
donde el Pacaritampu de los dioses preincas esculpieron
las antorchas líticas del tiempo y amor sin fin a sus apus.