Familiares exigen justicia. Hoy sepultan en Ayacucho los restos de los asesinados en 1984. Los militares responsables de la masacre son protegidos por el gobierno.
Marcelo Puelles
Los 92 pequeños ataúdes de color blanco, conteniendo los restos de las víctimas de la matanza de Putis, en su mayoría niños, recibieron ayer un nuevo homenaje y hoy serán sepultados.
Los féretros fueron bajados de un camión en la primera cuadra del jirón San Martín, en Huanta (Ayacucho), y llevados desde allí a la Plaza de Armas de esta ciudad en los hombros de cientos de escolares quienes, pese a sus cortas edades, conocen de aquella matanza y por lo cual exigieron justicia a las autoridades para que este caso no quede impune.Los ataúdes fueron colocados uno detrás de otro frente al Palacio Municipal de Huanta y rodeados por decenas de familiares de las víctimas, quienes sufren la ausencia de sus seres queridos desde hace 25 años.
Gerardo Fernández, alcalde del centro poblado de Putis, agradeció las muestras de solidaridad de los pobladores de Huanta, que acudieron masivamente al acto de homenaje.“Estamos alegres porque por fin vamos a enterrar a nuestros muertos. Pero, por otro lado, tristes por esta matanza. No queremos que algo similar vuelva a repetirse en ninguna parte del país.
La matanza de Putis debe ser una lección. Esperamos que las autoridades no se olviden de nosotros y se haga justicia en este caso”, dijo el alcalde. El rostro desencajado de muchos de los ayacuchanos reunidos en la Plaza de Armas de Huanta dejaba la sensación de que la matanza recién hubiera ocurrido. Durante todo el día el resguardo policial fue permanente, incluso un helicóptero de la policía sobrevoló la zona. Y es que el dolor, como dice Lorenzo Quispe, quien representa a los deudos, aún está presente.
La tristeza que reinaba en el lugar llegó a su punto culminante cuando Iber Maraví, presidente del Frente de Defensa de Ayacucho, empuñó su guitarra y cantó un huayno dedicado a la memoria de las víctimas. “Más de 20 años escondieron el horror, encubrieron a los asesinos, pero nosotros encontramos los cuerpecitos que antes de morir dijeron: No nos maten jefecito, no hicimos nada malo, tenga piedad (…) para qué cavamos la tierra si no hay nada que sembrar.
No maten a mi mujer, que lleva a mi campesinito en el vientre”, es parte de letra de la canción con la cual Maraví ganó un concurso el año pasado y con el que provocó el llanto y el lamento de varias personas y de las autoridades que presidieron el acto, entre ellas la congresista Juana Huancahuari, autoridades locales y una representante de la defensora del Pueblo.
También estuvieron presentes representantes de diversas organizaciones de afectados por la violencia como Raida Cóndor, quien perdió a su hijo Amaro en 1992, que fue asesinado por el Grupo Colina junto a ocho estudiantes.