Las agencias noticiosas internacionales han empezado a transmitir la confirmación de lo que ya se veía venir, el deceso de MERCEDES SOSA, pues luego de los santos oleos que le aplicaron dos días atrás en una sala de terapia intensiva en un sanatorio de Buenos Aires, era de esperar esta lamentable y muy sentida noticia. Que de veras nos conmueve.
Esta excepcional y maravillosa cantante, nacida en Tucumán-Argentina el 9 de Julio de 1935, nos deja dolientes, tristes y con lágrimas de gratitud por el maravilloso regaló que nos entregó en vida, un cofre de inolvidables canciones, todas ellas tejidas con las lianas del alma, en defensa de las causas más nobles y justas, en cuyas proclamas, los seres humanos, sin distinción de clase, raza ni credo, siempre ocuparon el pedestal de su incansable entrega en defensa de la vida y la justicia social, pues esta excepcional cantante desde los inicios de su admirable carrera, siempre supo mantenerse en alto, en defensa de la libertad de los pueblos, defendió la democracia en primera fila contra la tiranía de esa patria suya América Latina.
Nació y vivió aferrada al grito de la exigencia social, esta admirable mujer a quien sus paisanos la llamaban con gran afecto, la “Negra”, catante como ella sola, abrazada a los luceros del alba a las 5.15 am, de esta mañana partió hacia la eternidad. En los tiempos de dura exigencia, esta maravillosa mujer, siempre transparente como las aguas cristalinas, aferrada estoicamente a sus ideales nos regaló la ternura de sus inolvidables melodías que muchos compositores internacionales disputaban el honor de su voz, esta mujer escogida y singular, hace apenas horas que ha dejado de latir su corazón, y hoy su pueblo, le llora con amor, con gritos de gratitud por haberles enseñado a cantar al cielo en alta voz, y es que esta maravillosa mujer fue escogida para gritar a los vientos su voz justiciera.
Como alguna vez diría, la periodista peruana Sonia Goldenberg, al señalar los hitos en la presentación del libro de Huber Lanssiers “Los dientes del dragón”, le consideró a este admirable sacerdote como un lamed waf – un ser justo y escogido - para la defensa de los derechos humanos; y es que Mercedes Sosa fue también una lamen waf de los treinta seis que existen en el mundo, que según la antigua leyenda del Talmud que se remonta a los antiguos tiempos de Isaías, el mundo se sostiene gracias a los justos, estos seres son los más sencillos, señalado como los escogidos para pregonar y defender el bien, la verdad y la justicia. Algo de ello y en demasía, cargó en vida Mercedes Sosa, son tantas las referencias no sólo de sus privaciones económicas e innumerables avatares que escogió antes que la comodidad, luchó por los excluidos, por los pobres y también contra los tiranos.
Sobre su incasable entrega en defensa de su pueblo, nos habla Fernando Araujo Vélez, de cuya descripción, transcribimos algunas líneas: “¿Quién le dio permiso a Mercedes Sosa para estar en mi país?”, preguntó indignado, posesivo de su Argentina el Almirante Carlos Alberto Lacoste en Mayo de 1982, (no debemos olvidar que, aquí o acullá los Andes septentrionales y los extramuros de nuestra vieja américa, de cuando en cuando los sirvientes de la derecha cavernaria se creen dueños del pueblo) luego de haberse enterado por el correo de la brujas que por aquellos años no era otra cosa que el correo de los informantes de la triple A (Alianza Argentina Anticomunista), que la negra había regresado a Argentina. Eran los tiempos de la dictadura, del fusil, de los desaparecidos, miles de desaparecidos y millones de prohibiciones, tiempos negros de la banda de Videla, como aquellos años oscuros de Pinochet en Chile y Fujimori y otros en el Perú.
Mercedes Sosa, había vuelto a su tierra luego que en 1978 la hubieran puesto tras las rejas en La Plata junto a 350 espectadores que escuchaban su voz, señalándola como subversiva porque cantaba “Gracias a la vida que me ha dado tanto”, la consideraban guerrillera porque recitaba “Me gustan los estudiantes, jardín de nuestra alegría, son aves que no se asustan de animal ni policía”.
Días después, le diría Lleonardo Favio, “Te siguen buscando negra” y ella huyó otra vez, esta vez a París y luego a Madrid. Retornó a Buenos Aires cuando Raúl Alfonsín ya había asumido la presidencia de la República, volvió para vivir, pero también para cantarle a su pueblo…Sus ojos se han cerrado y sus canciones empiezan a cruzar los linderos del cielo, y a su lado todas las voces y todas las manos enlazadas de amor, surcan el infinito con sus sueños de libertad, diciéndole ¡Gracias, por tus sueños constantes de exigir al sol su luz sin distinción...Gracias por haberle dado vida con tus melodías, nuestras viejas utopías y sueños de libertad.
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