Antenor Maraví Izarra
La Semana Santa es una de las fechas más importantes en el calendario cristiano en todo el mundo, particularmente en el país, siempre ha sido una de las principales fechas para buscar el perdón y la justicia ante el rostro doliente de Cristo.
En esta fecha santa y de obligada reflexión, hacemos propicia la ocasión para señalar que hace seis años y medio, la Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR) presentó el Informe Final de su labor, en el que minuciosamente se señala los dolorosos hechos de violencia ocurridos en el país entre los años 1980 y 2000, en el que entre otros, se plantearon 47 hechos judicializables, entregados con la solemnidad del caso a los organismos pertinentes, con la finalidad de buscar la verdad y la justicia para quienes sufrieron o fueron víctimas en aquellos años dolorosos. Empero, transcurrido el tiempo poco o nada se ha hecho por allanar el camino y consolidar los mecanismos en la búsqueda de la paz y la necesaria reconciliación entre los afectados y el Estado peruano.
Quiénes no han sido afectados ni tocados por la barbarie de la violencia, obviamente no entenderán ni darán importancia al informe que aludimos, que sigue sacudiendo la conciencia nacional, exigiendo verdad y justicia
Esta búsqueda de la verdad, no es solo asunto de la terquedad de unos cuantos organismos defensores de los Derechos Humanos, es la dolorosa voz de ese pueblo víctima que tocó y aún sigue tocando las puertas de nuestra indiferencia, son los padres, esposas, hijos y hermanos de los miles de muertos y desaparecidos. Son los 120 mil huérfanos causados por el terrorismo y la represión del Estado.
Son los 600 mil peruanos que tuvieron que dejar sus propiedades y sus pueblos compulsivamente, para no quedar atrapados por una violencia que no les daba cuartel, son esos cientos de miles de campesinos, compatriotas nuestros procedentes de las zonas más castigadas de Ayacucho, Huancavelica y Apurímac, a quienes peyorativamente aún se les sigue llamando como “desplazados”, muchos de ellos viven actualmente en situación de pobreza y extrema pobreza en las zonas rurales y periféricas de la región Ica, entre otras.
No debemos olvidar que solo entre detenidos y desaparecidos existe una relación nominal de miles de ciudadanos por los que hoy lloran sus familiares. El registro de esos desaparecidos se han dado en los siguientes gobiernos: Fernado Belaúnde, Alan García y Alberto Fujimori, cuyo recuento según el Informe Final de la CVR asciende a más de 69 mil víctimas.
El Estado peruano, tiene la responsabilidad histórica de aclarar estos hechos, analizar las causas y las condiciones políticas, sociales y culturales por un nunca más. De ahí que, es importante señalar en esta semana santa que la Reconciliación para muchos peruanos debe significar el perdón y el arrepentimiento, pero ese perdón y arrepentimiento oficial sigue pendiente.
Que los afectados por estos hechos colmen su sed y se liberen del sentimiento de venganza. Que quienes cometieron los delitos reconociendo su falta obtengan el perdón, que les quite el cargo de conciencia y los devuelva a su comunidad a plenitud,y fundamentalmente que la sociedad obrando rectamente cure sus heridas y garantice su propia viabilidad asegurando a cada uno de sus miembros, que las diversas instituciones del Estado, se fortalezcan para un mejor servicio a sus ciudadanos a quienes se debe.
En esta fecha santa y de obligada reflexión, hacemos propicia la ocasión para señalar que hace seis años y medio, la Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR) presentó el Informe Final de su labor, en el que minuciosamente se señala los dolorosos hechos de violencia ocurridos en el país entre los años 1980 y 2000, en el que entre otros, se plantearon 47 hechos judicializables, entregados con la solemnidad del caso a los organismos pertinentes, con la finalidad de buscar la verdad y la justicia para quienes sufrieron o fueron víctimas en aquellos años dolorosos. Empero, transcurrido el tiempo poco o nada se ha hecho por allanar el camino y consolidar los mecanismos en la búsqueda de la paz y la necesaria reconciliación entre los afectados y el Estado peruano.
Quiénes no han sido afectados ni tocados por la barbarie de la violencia, obviamente no entenderán ni darán importancia al informe que aludimos, que sigue sacudiendo la conciencia nacional, exigiendo verdad y justicia
Esta búsqueda de la verdad, no es solo asunto de la terquedad de unos cuantos organismos defensores de los Derechos Humanos, es la dolorosa voz de ese pueblo víctima que tocó y aún sigue tocando las puertas de nuestra indiferencia, son los padres, esposas, hijos y hermanos de los miles de muertos y desaparecidos. Son los 120 mil huérfanos causados por el terrorismo y la represión del Estado.
Son los 600 mil peruanos que tuvieron que dejar sus propiedades y sus pueblos compulsivamente, para no quedar atrapados por una violencia que no les daba cuartel, son esos cientos de miles de campesinos, compatriotas nuestros procedentes de las zonas más castigadas de Ayacucho, Huancavelica y Apurímac, a quienes peyorativamente aún se les sigue llamando como “desplazados”, muchos de ellos viven actualmente en situación de pobreza y extrema pobreza en las zonas rurales y periféricas de la región Ica, entre otras.
No debemos olvidar que solo entre detenidos y desaparecidos existe una relación nominal de miles de ciudadanos por los que hoy lloran sus familiares. El registro de esos desaparecidos se han dado en los siguientes gobiernos: Fernado Belaúnde, Alan García y Alberto Fujimori, cuyo recuento según el Informe Final de la CVR asciende a más de 69 mil víctimas.
El Estado peruano, tiene la responsabilidad histórica de aclarar estos hechos, analizar las causas y las condiciones políticas, sociales y culturales por un nunca más. De ahí que, es importante señalar en esta semana santa que la Reconciliación para muchos peruanos debe significar el perdón y el arrepentimiento, pero ese perdón y arrepentimiento oficial sigue pendiente.
Que los afectados por estos hechos colmen su sed y se liberen del sentimiento de venganza. Que quienes cometieron los delitos reconociendo su falta obtengan el perdón, que les quite el cargo de conciencia y los devuelva a su comunidad a plenitud,y fundamentalmente que la sociedad obrando rectamente cure sus heridas y garantice su propia viabilidad asegurando a cada uno de sus miembros, que las diversas instituciones del Estado, se fortalezcan para un mejor servicio a sus ciudadanos a quienes se debe.
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