Por:Antenor Maraví Izarra (*)
Ayacucho:Ministro de Defensa Urquizo,ofreciendo intermediar por los maestros en sus reclamos sindicales.
A
escasos nueve días para cumplir un año de gobierno del presidente
Ollanta Humala, y nueve años para conmemorar el bicentenario de la
Independencia Nacional, el país confronta una vez más, una preocupante y
crucial crisis gubernativa, cargada de conflictos y un listado de
promesas electorales pendientes a cumplir. Crisis que no
puede reducirse a mirar solamente el aspecto político y económico, sino
también de una preocupante ausencia de celeridad en la sanción
ejemplarizadora contra esa vieja corrupción que sigue aleteando monda y
lironda, abrazada a la impunidad y la complacencia de
quiénes, les importa un comino, la moralización y las necesarias
gestiones de bienestar social, que deben impulsarse en el país.
En
esta inevitable constatación, más allá de quienes baten palmas por la
continuidad de los graves problemas generados en el proyecto minero
conga en Cajamarca, así como la absurda y torpe afirmación de que los
profesores que se encuentran en huelga general indefinida en más de 15
regiones al interior del país, son militantes de Movadef. Estas
afirmaciones descabelladas, lo único que logran es enervar al pueblo y
comprometer su sumatoria, pues a despecho de estas inventivas, el pueblo
de hoy, analiza y sabe en que lado se encuentra la verdad y las justas
exigencias.
A
pesar de estas referencias desalentadoras y otras tantas que deben
deslindarse en el próximo mensaje presidencial. Nunca creímos ni
creeremos que todo está perdido, nuestro país es la suma del esfuerzo de
muchas culturas y generaciones, y es más grande que sus problemas y las buenas intenciones de los gobernantes de turno.
El
Perú es un país de historia milenaria, se debe a un pasado glorioso, un
presente de lucha y esperanza en el más grande futuro. Un futuro que
logre de algún modo materializar esa “Promesa de vida peruana”
que planteó el historiador Jorge Basadre en uno de sus más lúcidos
ensayos. En esa perspectiva es imposible soslayar los problemas latentes
como la pobreza y la extrema pobreza de las mayorías alto andinas y
rurales nacionales, la desocupación, y la falta de
vivienda de una población mayoritaria que sigue caminando a tientas,
donde los maestros y maestras de hoy, en furibundas comparsas de
desprestigio y satanización, son motejados de pro senderistas y otros
viejos epítetos, sin escuchar ni atender sus justificadas demandas, como diría el poeta Manuel Scorza, los que hoy
marchan en las calles, exigiendo dignificación a sus derechos
profesionales deliberadamente postergados, son los mismos de ayer,
activos y cesantes, que continúan gritando con sus humillantes
remuneraciones: Ay Perú, patria tristísima./ Si yo llamara al
padre/ y al padre, padre hasta el padre más antiguo/ para que me
mostraran la dicha,/ toda la felicidad que aquí suena / no cabría en
este pañuelo lleno de lágrimas/…No me traigan alondras, ni manzanas./ No
se puede apagar con salivas mi pueblo ardiendo,/ no se puede pegar con
palomas mi patria rota, mi amor, mi agonía.
En
esta dramática realidad, ciertamente todos tenemos algo de
responsabilidad, pues no sólo se trata de exigir más democracia y
respeto al Estado de derecho, sino de participar y generar una
permanente corriente de opinión en defensa de los derechos tanto del
hombre como la mujer, ejercer la mediación institucional orientada a la
integralidad y exigibilidad de los derechos económicos, sociales y
culturales de todos los peruanos, sin distinción ni discriminación
alguna. Es hora de abrir y escribir nuevas páginas en la historia peruana.
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