En Ica, joya y vitrina del neoliberalismo agroexportador, no había en el momento del terremoto de agosto de 2007 un hospital digno de ese nombre.
César Lévano(*)
Un general retirado me dijo días atrás: “Hay que tener cautela con la compra de armas. En el Perú, el 40 por ciento del costo se queda en manos de una mafia de altos jefes militares y miembros del poder civil. Sé por qué se lo digo”.Conté este diálogo a un empresario y me comentó: “Eso no es lo más grave. Lo peor es cuando el más alto funcionario del Estado pide comisiones hasta de 40 por ciento por cada inversión grande”.Entonces se me vino a la memoria la frase de Jorge Basadre sobre la causa de nuestros fracasos, así en la guerra como en la paz: “El Estado empírico y el abismo social”.
A la luz de los últimos 25 años, habría que completar la definición, pues lo que ahora tenemos es el Estado empírico y corrupto. Es trágico, porque cuando José Carlos Mariátegui escribe en 7 Ensayos y otros lugares que somos una nación en formación y cuando Basadre se refiere a “la promesa incumplida de la vida peruana” aluden el papel que debiera cumplir y no cumple el Estado. Otro desastre es el desatado por cataclismos naturales. Como hemos escrito más de una vez, allí se ve que la sociedad es más cruel que la naturaleza. En Ica, joya y vitrina del neoliberalismo agroexportador, no había en el momento del terremoto de agosto de 2007 un hospital digno de ese nombre. Recuerdo que hace poco, cuando se daba cuenta de niños muertos de frío en Puno, una amiga nórdica me recordó que en la Europa septentrional hay temperaturas bajo cero, pero ningún pequeño sucumbe por frío; es decir, por desnutrición y falta de abrigo.El cuadro se completa con la palabrería, el autoritarismo y la negación de derechos. La tragedia de Bagua, desatada por una orden criminal que sólo podía venir de lo más alto, refleja esa realidad de fondo. Igual se puede decir respecto a la conducta gubernamental de negación de aumento en el salario mínimo, la oposición a los bonos para militares y policías, o el contubernio insólito entre el presidente Alan García y una mafia de asesinos y asaltantes. Por odio a la Federación de Trabajadores en Construcción Civil y a la CGTP, García ha incorporado al Apra y el sindicalismo delincuentes con licencia para matar. La peculiar alianza se produce justo cuando en todo el país crece la inseguridad. El desastre social es un rubro en el cual el Perú avanza. Violación de los derechos humanos, despidos en masa de sindicalistas, creación de sindicatos paralelos, reemplazo de funcionarios estatales competentes por incapaces con carné aprista, desmedro de la universidad pública y negación de homologación a los profesores universitarios, conversión de textos escolares en vehículo de propaganda para Alan García, impunidad para los corruptos comprobados: todo se ha agravado en el Estado empírico y corrupto que el doctor García ha perfeccionado.
(*)Director del Diario La Primera
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