Como señalara hace seis décadas atrás, el recordado poeta Sebastián Salazar Bondy,- en ese gran mosaico que es el Perú, segmentado por todas las sangres, tal como afirmara en alta voz, el amauta José María Arguedas – que duda cabe, “pertenecemos a una raza de grandes desencuentros, somos parte de una patria fatigada por largas penas y exclusiones”.
Nuestro país, sigue siendo amargo y dulce, un corazón clavado a martillazos desde hace siglos, de razas y mitos adocenados, que siguen fermentando en los peroles de oscuras rencillas, llenos de ambiciones político partidarias y personales, de discriminaciones étnicas y culturales, de costumbres enlatadas, que siguen mirando de lejos a los serranos alto andinos y a los aborígenes de nuestra ubérrima selva, cargados de un asfixiante chauvinismo e inequidad social, donde la real lucha contra la pobreza, el analfabetismo y la integración de los pueblos, les ha importado un pepino a nuestros gobernantes de turno.
En todo caso, las escasas posibilidades que asomaron con intenciones de construir un país más justo, solidario e integrado en regiones de mayor cobertura, en contra del centralismo y la búsqueda de posibilidades de armonizar y ampliar los mecanismos de desarrollo sostenido, lamentablemente, en la consulta democrática llevada cabo con este fin el año 2005, no trascendieron más allá de los bostezos esporádicos de algunos políticos y gobernantes locales y regionales, con respuestas negativas del pueblo, debido a la carencia de una adecuada orientación y difusión de los objetivos.
En esta perspectiva, el reciente anuncio hecho por el Presidente de la PCM Salomón Lerner, como parte de la decisión gubernamental del Presidente Ollanta Humala, en la urgencia de acabar con la desigualdad que genera la actual demarcación departamentalizada del país, a partir del año 2012, con la conformación de cinco macrorregiones en la búsqueda de una integración transversal, sujeta a una consulta popular. Nos permite avizorar, que por fin, después de varios intentos fallidos, el Estado peruano iniciaría una real descentralización con exigencias de desarrollo equitativo y sostenido de los pueblos que integrarán, para cuyo efecto ya se habría previsto la conformación de cinco juntas de coordinación interregional.
Estamos, pues, ad portas al inicio de un nuevo proceso regional sobre la base de una consulta y organización de mecanismos de articulación que en definitiva debe convalidarse con el sustento de la opinión del pueblo. Este advenimiento, a nadie debe asustar, más allá de sus intenciones y expectativas del respeto mutuo y la búsqueda del bienestar general, es el inicio de tiempos nuevos para la real convivencia democrática del pueblo peruano.
Y aquí es importante precisar que, esta ampliación definitiva de la nueva demarcación territorial de las futuras macrorregiones, del que formará parte Ica, abrirá un amplio abanico de posibilidades para su desarrollo, debido a sus múltiples potencialidades, sus riquezas y recursos variados. Pero, al mismo tiempo, demandará la necesaria modificación de comportamientos de nuestros tradicionales líderes, acostumbrados a sembrar solamente repartijas electoreras, llenas de conveniencias político partidarias y personales. En adelante, su puesta en marcha, deberá garantizar la justicia social y la cabal convivencia fraternal de los pueblos a incorporarse en esta nueva jurisdicción territorial, en suma, será para todos y todas.