Antenor Maraví Izarra (*)
Hacen
191 años, la expedición libertadora al mando del generalísimo Dn José
de San Martín, desembarcó en la bahía de Paracas-Pisco, un día como hoy,
posteriormente proclamar en Lima la independencia
nacional, del yugo español. Tres años después, frente a los azarosos
tiempos que seguía confrontando la naciente república, el libertador
Simón Bolívar, días antes de la batalla de Ayacucho, remarcó en voz
alta: “…Los únicos sueños que pueden hacerse realidad, son aquellos que
los hombres y mujeres de los pueblos, saben que son necesarios realizar,
pero tienen que ser honestos y poner sus servicios a las causas
superiores de ese pueblo”.
Hoy,
enlazamos estos mismos sueños; pero adecuados a la realidad imperante,
que no son otros, que las viejas demanda de moralización y sanción
ejemplar contra los que traficaron con el dolor del pueblo iqueño que
tan dramáticamente fue devastado por el terremoto del 15 de Agosto del
2007, del que hasta la fecha la gran mayoría de los afectados siguen
confrontando interminables vía crucis, en tanto los malhechores que
acrecentaron sus sufrimientos, amparados en la indefensión y la
impunidad imperantes entonces, hoy siguen disfrutando campantes e
inermes de sus frondosas fechorías.
No
debemos olvidar que las garras de esta purulenta situación, empezó a
funcionar a escasos minutos de producido el terremoto, en los que sin
ningún ápice de solidaridad humana con los miles de damnificados de la
provincia de Pisco, encabezados por el militante aprista Julio Espinoza,
funcionario del Sistema Integral de Salud (SIS), urdieron la sobre
valoración en la adquisición de raciones de alimentos destinados para
los damnificados.
De
un total de catorce millones de nuevos soles que solicitaron a la caja
fiscal, en menos de lo que canta un gallo, se embolsicaron dos millones y
doscientos veintiocho mil nuevos soles, con el agravante de que las
supuestas raciones que fueron transportados en barco entre los días 18
de agosto y 11 de septiembre del 2007, no existen sustentaciones, ni
evidencias que precisen tanto la cantidad, recepción y la distribución.
Es más, los supuestos documentos que fueron archivados y almacenados
fueron sustraídos, igual que los USB de la ex ejecutiva de BTR,
denunciados por Giselle Giannotti. Tras esta fechoría, continuaron
campantes y sonantes una serie de corruptelas, diversificadas en
diferentes instancias del aparato burocrático de la administración
pública, en los que festinaron una serie de peculados, omisiones,
malversaciones, entre otros, con indicios razonables de delitos de
colusión. Hay una cifra de 1,123 millones de nuevos soles, anunciados
por el propio ex presidente Alan García, pendiente a la rendición
detallada de cuentas con la consiguiente sanción, a los que incurrieron
en las graves irregularidades, detectadas por la Comisión de
Fiscalización y Contraloría del Congreso de la República, presidido por
el ex congresista José Vega Antonio, referidos al proceso de
reconstrucción de las zonas afectadas por el terremoto en las provincias
Ica, Chincha y Pisco, que actualmente duermen en las calendas
griegas, debido a la inercia conspirativa de la mayoría congresal
aprista y sus aliados.
Frente
a estos hechos, los actuales gobernantes y las clases políticas tienen
que dar muestras claras de su compromiso efectivo con la moralización,
detectar y sancionar a todos los corruptos. Estamos rodeados de una
vieja cleptocracia burocrática, y no hay que olvidar, muchos de estos
inmorales, entre ellos ex parlamentarios, siempre han predicado falsas
morales. Es hora de destapar la olla y sancionar ejemplarmente a quienes
han causado tanto daño al país.
Sin
el alma de un pueblo y respetar sus elementales derechos de bienestar y
equidad social, no es posible gobernar y menos entender sus exigencias,
cualquier gestión que se haga será poco y siempre demandará esa dosis
de buen gobierno, caracterizado por la transparencia en los actos y el
derecho a ser informado. No debemos olvidar, que el pueblo es el
soberano de todos, con plenos derechos a soñar y ser atendido, tal como
afirmara el libertador Simón Bolívar.
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