Antenor Maraví Izarra(*)
El
fantasma del agotamiento de las aguas subterráneas del valle iqueño, es
una realidad innegable, y es de vieja data, que empieza en los años 40
del siglo pasado, en ese ineluctable proceso, poco a poco fueron
secándose las aguas de las otrora bellas lagunas de Ica: La Huega, La
Victoria, Saraja, entre otras, y, desde hace aproximadamente diez
lustros atrás la bella laguna de Huacachina, debido a la progresiva
disminución de la napa friática del subsuelo, fue perdiendo su carga
hídrica natural, y a la fecha pese a que es mantenida con
aguas bombeadas de pozos cercanos, su nivel acuífero nunca más volvió ni
volverá a tener el volumen que alcanzó en los años de su mayor
esplendor, convirtiéndose en un maravilloso oasis de encantos variados,
que hoy sin duda, exigen a la población y las autoridades tomar
conciencia de esta emergencia hídrica, y como tal, asumir corporativamente las medidas de salvaguarda y protección.
Hay
quiénes afirman que este agotamiento de las aguas subterráneas del
valle iqueño, especialmente en estos últimos diez años, se debería al
uso incontrolado y la explotación irracional de su almacenamiento
acuífero, ocasionados por la agro exportación, y para colmo,
lamentablemente agudizados por el innegable calentamiento global que
empieza a sacudir en estos tiempos, el planeta tierra, con preocupantes
alteraciones.
Ica
es considerada, como el valle más seco de la costa peruana, y las
sequías recurrentes a lo largo de su historia fueron causales del atraso
de su desarrollo, aunque paradójicamente en estos últimos años se ha
convertido como el escenario de la mayor exportación agrícola del país,
debido a ello, Ica es actualmente una tierra de gran atracción para los
comerciantes e inversionistas de variada índole, generando positivos cambios
con la presencia y oferta de diversos hiper mercados y entidades
crediticias, que sin duda, son el indicador de que las zonas urbanas,
vienen confrontando grandes adelantos, amén de la
explosión demográfica y las posibilidades de mano de obra, empero la
gran interrogante es, ¿Hasta cuando será posible contar con el suficiente abastecimiento de los actuales recursos hídricos, cada vez más escasos?.
La
gestión del agua en Ica y para Ica, debe ser para todos una exigencia
prioritaria y sensible, especialmente para quienes tienen la
responsabilidad gubernamental, por ello es preocupante que en el
histórico pleno del Congreso de la República llevado a cabo el 8 de
Septiembre en Ica, no hayan aprobado la moción para declarar en
emergencia y debatir los importantes proyectos de irrigación, que tanta
falta hacen para el real desarrollo sostenido de estas
tierras ubérrimas y fértiles por excelencia, que sin duda, habrán de
jugar un rol decisivo en la futura integración del anunciado proceso de
macrorregionalización.
En
Ica, hay mucho por hacer, y posiblemente igual que la buena voluntad de
las nuevas autoridades, pero para lograr su eficacia y eficiencia de
gestión, es menester auscultar y priorizar las demandas del pueblo.
El
agua, especialmente para los pequeños y medianos agricultores de Ica,
desimanados heroicamente en las variadas vertientes rurales, de tierras
fértiles y otras tantas eriazas, siempre ha sido sinónimo
de alegría, vida y alimento del pueblo, y otras veces, convertidas en
bellas lagunas, como la legendaria Huacachina, depositaria de leyendas,
tradiciones e incontables historias de amor, que además de luchar contra
la aridez de la tierra, es ese espejo mágico del pueblo, donde tantas
veces quedó grabada su alma y recuerdos imperecederos, antes que
cualquier demanda, por más importante que ellas sean en el supuesto
beneficio del pueblo, no debemos olvidar que el derecho al agua es la
más importante, porque representa la vida y el sustento de su variada e
incomparable riqueza agrícola y frutícola, que deben garantizarse como
un legado bendito a las nuevas generaciones.
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