(*) Antenor Maraví Izarra
En
el discurso que pronunció el Presidente de la República Ollanta Humala,
en el acto inaugural de la 67ª Asamblea General de la Sociedad
Interamericana de Prensa (SIP), llevada a cabo recientemente en Lima.
Hizo bien en puntualizar, sin tapujos ni medias tintas que durante el
tiempo que abarcó la campaña electoral de su candidatura, hubo una
prensa mayoritariamente malintencionada, perversa y ruin que festinó sin
miramientos una poderosa batería en su contra, llegando a extremos de
usar enervantes letanías y afirmaciones demonizadas de toda índole con
la aleve sumatoria de mercenarios asalariados de toda laya.
Tras
señalar estos hechos, ante la atenta mirada de los asambleístas, el
Presidente Humala, acto seguido señaló: “Que el poder de la prensa,
radica en decir la verdad, y como tal no deben responder a otros
intereses que no sean, precisamente, la búsqueda de la verdad. La prensa
debe ser como un sacerdocio, deben ser los guardianes socráticos que
lleva la palabra de Dios, no pueden ponerse de bodegueros”.
Y
repetimos, que hizo bien el Presidente Humala, en señalar las
dificultades que le tocó enfrentar a esa barrera integrada por la flor y
nata de empresarios nacionales pertenecientes a esa derecha cavernaria,
quienes a lo largo de la historia periodística continental, igual que
sus símiles no solo han desatado campañas en contra de
gobiernos legítimos, sino que, ha tocado también las puertas de
organizaciones del propio sistema de las Naciones Unidas, que se han
puesto al lado de los pueblos latinoamericanos en la lucha por la
democratización de las comunicaciones. Así ocurrió en los años 70 contra
la ONU para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), cuando esta
promovía el derecho de los estados a establecer políticas
comunicacionales.
La SIP
siempre se ha empeñado en hablar como representante de los periodistas,
pero se trata de una organización empresarial que solo representa a los
dueños de los grandes medios. Por lo tanto, no puede ni debe hablar en
nombre del gremio periodístico.
La SIP
se abroga el derecho de decidir quien viola y quien respeta la libertad
de expresión. La libertad de expresión es un derecho individual del
cual se deriva la libertad de prensa; pero en tiempos de los grandes
medios masivos se convierte en un derecho colectivo de la sociedad y no
de los dueños de la gran prensa.
Desde
esta óptica, es menester afirmar que, en una sociedad democrática como
la nuestra, el rol más importante de un medio de comunicación, debe ser
principalmente ejercer la tarea de informar a la opinión pública del
acontecer diario, velar por las exigencias y hacer prevalecer sus
derechos en el debate público y en el accionar de los gobernantes.
Fiscalizar el comportamiento de los funcionarios públicos, y sobre todo,
el buen uso que hacen los administradores de los recursos que les
fueron confiados por la ciudadanía.
Además,
son los medios de comunicación los que mueven o despiertan la
conciencia de la opinión pública, orientándola hacia los valores que
contribuyen a reforzar el sentido de la democracia y el buen camino de
la sociedad.
De
modo, esta gran cita de empresarios de la comunicación interamericana,
llevada a cabo en Lima, por lo menos debe servirnos para tomar
conciencia del por qué y para qué de su funcionamiento.
(*) www.lavozdeica.com
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