Antenor Maraví Izarra (*)
Tras
la caída del narcoterrorista Florentino Eleuterio Flores, denominado
como “camarada Artemio”, y la consiguiente erupción mediática del
festival de comentarios de toda índole, igual que el regodeo de la
prensa nacional, que entre otros, exige hacer conocer a los estudiantes,
los dolorosos años de violencia que vivió el país, con cuyos
planteamientos estamos de acuerdo, siempre y cuando sean debidamente
dosificadas.
Empero,
en esa necesaria apertura de contenidos temáticos-educativos, creemos
que debe efectuarse con objetividad y un real análisis de lo acontecido.
Es necesario y al mismo tiempo, debe abrir las páginas de la verdad,
señalándose didácticamente, entre otras, las causas que motivaron esta
violencia que dejó un dramático saldo, alrededor de 70 mil peruanos y
peruanas muertos o desaparecidos, tal como se señalan en el Informe de
la Comisión de la Verdad y Reconciliación.
Las
principales causas que motivaron esta cruenta guerra interna, deben ser
señaladas sin tapujos ni medias tintas. El Perú siempre ha sido un país
con profundas contradicciones sociales, con abismales diferencias en la
distribución del ingreso económico, con una marcada desigualdad en el
desarrollo de los pueblos, con nacionalidades, culturas y lenguas
fuertemente arraigadas e históricamente opuestas, en muchos casos, sin
proyecto nacional, donde la pobreza y extrema pobreza abrazadas a la
discriminación inmemorial, siempre cargaron el rostro más doliente de la
exclusión.
En
esta realidad, ¿Cómo advertir y señalar las dolorosas huellas dejadas
por la violencia vivida, cuando la pobreza de un elevado sector de la
población nacional, hiere a diario nuestra conciencia nacional, cómo
hablar de paz y reconciliación, cuando la corrupción y la impunidad,
siguen asfixiando al país?.
No
debemos olvidar que el principal componente de la paz y la sana
convivencia de los pueblos es la justicia, es la prevalencia de respeto
mutuo entre gobernantes y gobernados. Hace miles de años, el profeta
Isaías escribió “la paz es el fruto de la justicia”.Cuando se falta a la
justicia, se rompe el equilibrio de motivaciones que construye la paz,
en esta realidad, la extrema pobreza deviene en violencia estructural
por atentar al derecho elemental de la vida que tienen todos los seres
humanos.
Para
mantener la paz, es necesario que todos seamos justos y trabajemos para
que la justicia sea una realidad perenne. Es necesario que siempre y en
todo lugar, los derechos y también los deberes de todos sean una
realidad en toda persona humana, sin distinción de raza. credo, posesión
social, cultura, etc.
En
la memoria de nuestros mártires, de nuestros héroes anónimos, civiles y
militares, de los miles de muertos y desaparecidos en esa guerra sucia,
entre la barbarie y la civilización que asoma ante los
umbrales de nuevos tiempos, preparémonos a no callar jamás. Si realmente
queremos la paz, tenemos que decir la verdad tal como es, solamente así
estaremos construyendo las murallas de ese grito, ¡Por un nunca más!.
Nunca
más a las guerras sucias, nunca más a los genocidios, ningún crimen
debe quedar impune. Hay innumerables fosas comunes que reclaman justicia
y verdad. Los triunfalismos y las medias verdades, son las fumarolas de
quienes no quieren la real justicia y convivencia del Perú en un Estado
de derecho y democracia.
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