Vigilia en Ayacucho exige presencia para evitar otras tragedias como la del miércoles 16
Paco Moreno
Huamanga sigue entristecida. En sus angostas calles las luces navideñas brillan por su ausencia. El sol por las mañanas evapora la alegría y por las tardes las lluvias encienden la tristeza. El tema del día y la noche no son las fiestas de fin de año sino las muertes del miércoles 16 de diciembre de 10 ayacuchanos, en el cruce de los jirones San Martín y 28 de Julio, como consecuencia de un alud.El jirón 28 de Julio es uno de los más transitados de la ciudad y empieza desde la Plaza de Armas y San Martín es un angosto jirón que a consecuencia de las lluvias se convierte en un río, baja desde el cerro La Picota. “Sí. En este cruce murieron nuestros hermanos y nosotros nunca podremos olvidarlos. Seguiremos exigiendo que los responsables paguen sus culpas. Hay responsables y no le echemos la culpa de todo a la naturaleza. El hombre puede evitar, con medidas de prevención, que la furia de la naturaleza nos haga daño”, dice Ana Paredes, hermana menor del ingeniero Martín Paredes Mancilla, uno de los 10 muertos de aquel trágico miércoles.Decenas de transeúntes se han detenido para ver qué pasa aquí. Es una vigilia en honor a las víctimas. Los familiares de los fallecidos quieren recordarlos. Ya lo hicieron en la iglesia; pero esta noche quieren que esta ciudad no olvide sus muertos porque, como van las cosas, puede haber más muertos. Un niño mira las velas encendidas y se persigna; una señora gorda reza el Padre Nuestro en voz alta; en las paredes de esta esquina, los familiares han pegado papeles en blanco donde un estudiante escribe apurado: “La falta de prevención de parte de las autoridades es la responsable de esta tragedia”.
La vigilia crece y todos hablan sobre lo mismo. “Arriba en el cerro La Picota las autoridades han permitido la invasión a centenares de familias. Estas familias han deforestado el cerro y eso permitió que se produzca un alud que ahora todos lamentamos”, dice Delia Ramos, una ama de casa que participa en la vigilia. “Esta actividad servirá para que todos tomemos conciencia de que si no se hace nada, muy pronto sufriremos otras muertes lamentables”, dice.Empieza a llover. Poco a poco, el jirón San Martín toma forma de río. “Siempre ha sido así. Este jirón se llena de agua cuando hay lluvia y muy rápido. El alcalde de Huamanga (Germán Martinelli) y el presidente regional de Ayacucho (Ernesto Molina) lo saben y sabiéndolo no hacen nada para mejorar las cosas. Una ciudad no puede tener un jirón que cuando llueve se convierta en río. Aquel miércoles llovió muy fuerte, tan fuerte que se desprendió una parte del cerro La Picota y esto causó la muerte de nuestros hermanos que recordamos hoy”, dice en voz alta, ante decenas de personas, Efraín Miranda, tío de la joven abogada Geraldine Flores Miranda, otra de las fallecidas por el alud.
Cesa la lluvia. Camino cuesta arriba por el jirón San Martín. Es inimaginable la fuerza con la que el agua puede arrastrar lodo, piedras, troncos por este empinado jirón. “Joven, cualquier día puede ocurrir otra tragedia. Ahora, esta lluvia poquita, trae poquita agua; pero cuando la lluvia se hace fuerte, esta calle es intransitable, muy peligrosa”, me grita una señora desde su ventana.Vuelvo a la vigilia. Ana Paredes, hermana de una de las víctimas, explica a unos turistas que preguntan cómo ocurrió la tragedia. “El alud fue tan fuerte que se tumbó varios taxis, se llevó varios mototaxis. Fue tan fuerte que hizo que varias combis chocaran en esta esquina. Fue horrible. Murieron diez; pero no ha acabado. Si no se hace nada, puede ocurrir otra tragedia”, señala.En las paredes, desde los carteles, frases acusadoras y anónimas indican algunos supuestos responsables: “Omar Quezada, jefe de Cofopri, es también el culpable por haber permitido la invasión del cerro La Picota; señor alcalde, no deje que pase otra tragedia; usted pudo evitar estas muertes”.La vigilia sigue creciendo. “Seguiremos exigiendo que haya prevención para evitar que haya más muertos. No es posible que no se haya aprendido de la tragedia y no se hagan las obras pertinentes para que, por ejemplo, el jirón San Martín deje de ser un río cada vez que llueve. Queremos vivir en una ciudad segura”, dice Efraín Miranda.
Fuente:La Primera
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