Editor: Antenor Maraví
Confidencias en Alta Voz: ¿Es el Perú, un corazón clavado a martillazos?

martes, 28 de mayo de 2013

¿Es el Perú, un corazón clavado a martillazos?


Por: Antenor Maraví Izarra (*)
 
 
 
Como alguna vez diría el poeta Sebastián Salazar Bondy, que duda cabe, pertenecemos a una raza llena de frustraciones y de grandes desencuentros, somos parte de una patria fatigada por sus penas y tantas promesas de moralización, incumplidas. Nuestro país es amargo y dulce, es un corazón clavado a martillazos, un anciano que yace moribundo ante un alud de placeres, de relámpagos destructores, donde el destino de nuestros niños y jóvenes se deciden bajo el cernidor de componendas y unas elecciones donde es posible que el más mentiroso sea el ganador.
Qué difícil es mirar el Perú con optimismo cuando las denuncias son desoídas, cuando ex presidentes, nos siguen maltratando con afirmaciones tan deleznables e impúdicas sobre los hallazgos y sospechas de enriquecimientos ilícitos que deshonran al país. Es necesario que los ex presidentes García y Toledo, aclaren con pruebas indubitables, el primero sobre los narco indultos, entre otros, y el segundo por la adquisición de dos inmuebles por su suegra, Eva Fernenbug.  
En esta doliente realidad del país, donde todos los días crucifican su dignidad, cuales fueren los esclarecimientos de los dos ex presidentes, lo cierto es que sus actos, en esa especie de pandemia social en que vivimos, deberían servir como referentes de real moralización y buen gobierno. Esta clamorosa constatación, de supuestos faenones, no es mas que el fiel reflejo de que en el Perú las instituciones son meramente formales, que no significan garantía para nadie, salvo para aquellos que lo controlan y detentan el poder.
Cerrar el paso a la corrupción y la impunidad es imprescindible, pero no basta denunciarla .Es necesario  fortalecer y exigir a las instituciones y organismos encargados de ejercer el control y la aplicación de sanciones ejemplarizadoras con mecanismos eficaces de fiscalización que permitan detectar a tiempo e impedir su desarrollo.
No hay peligro más grave para la democracia que la impunidad, que devora el capital político, social y moral de un país, y abre las puertas para la presencia devastadora de esa delincuencia de cuello y corbata.
 
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