A 13 días de las elecciones, la diezmada Izquierda chilena se encuentra otra vez atrapada entre la nada y la servidumbre a un proyecto ajeno, entre ser una fuerza independiente que abra un camino de liberación o resignarse a un espacio para vegetar en la institucionalidad burguesa.
De un lado, el vacío: el voto nulo o en blanco, la abstención o el voto frívolo que fomentan El Mercurio y la TV. En definitiva, ser un cero a la izquierda. De otro lado, apoyar a una Concertación en crisis a través del Juntos Podemos. Votar por Arrate que levanta un programa de Izquierda como la Asamblea Constituyente o la renacionalización del cobre. Y después, en enero, votar por Frei para atajar a la derecha, como ya hicimos con Lagos y Bachelet. La pesada cruz del mal menor: votar por un candidato cuyo decepcionante desempeño como presidente ya conocemos. Todo sea para impedir que un empresario de oscuro historial como especulador financiero llegue a La Moneda con todos los herederos de la dictadura. Un papel frustrante pero razonable para una Izquierda debilitada. ¿Quién en sus cabales optaría por el mal mayor? Entre prolongar el ocaso de la Concertación, desgastada por la corrupción y un pragmatismo sin principios, o legitimar a una derecha golpista y terrorista, no hay mucho margen de duda. Más de lo mismo o algo peor. La Izquierda necesita un mínimo de condiciones para rehacerse. Y eso corre peligro bajo un gobierno de la derecha. De manera que si Piñera no gana en primera vuelta -lo cual puede ocurrir-, en enero estaremos haciendo fila para votar por la otra derecha, la de los nuevos ricos de la Concertación.
Otra vez llegamos desarmados a la coyuntura electoral. Sin siquiera comenzar la construcción del movimiento social y político capaz de sostener una alternativa independiente de Izquierda. Llevamos años perdiendo el tiempo en el bla,bla, sin asumir esa tarea, lamiéndonos nuestras derrotas, evocando el pasado para no criticar el pauperismo ideológico y orgánico de hoy.
La preocupación por el futuro rebrota cuando llegan las elecciones. Entonces el Partido Comunista, de honorable historia pero de secular vocación reformista, se encarga de levantar un tinglado electoral que designa a un candidato con un programa de circunstancias. Ese “frente” electoralista, que desaparece la misma noche de los cómputos, se guía por los intereses del PC, como es natural. Pero no hay que confundirlos con los intereses mucho más amplios, variados y de largo plazo de esa Izquierda que pena en las sombras sin lograr todavía corporizarse. Lo que haga o deje de hacer el PC no debe servir de excusa para no ponerse a construir la Izquierda independiente, democrática y socialista que hace falta. Ese proyecto no puede amarrarse a la suerte de la Concertación, so pena de ser arrastrado por la vorágine de su fracaso. La Izquierda tiene que abrir un nuevo camino, cuyo destino es el socialismo.
Nos enfrentamos a la posibilidad que la derecha gane las elecciones y debemos prepararnos para ello. Hay que estar listos para enfrentar la peor eventualidad. Piñera pertenece a la calaña de gobernantes de su amigo el colombiano Alvaro Uribe, cómplice de narcotraficantes y paramilitares, asesino de dirigentes sindicales y defensores de derechos humanos. Uribe no ha vacilado en entregar la soberanía de Colombia para instalar las bases militares norteamericanas que apuntarán al petróleo, el agua y demás recursos de Venezuela, Brasil y del resto de Suramérica. El imperio está desplegando con vigor su estrategia para detener el socialismo en América Latina. Un profundo conocedor de la región, Fidel Castro, ha escrito: “Sostengo el criterio de que antes de que Obama concluya su mandato habrá de seis a ocho gobiernos de derecha en América Latina que serán aliados del imperio” (Una historia de ciencia ficción, 12/11/2009).
Aunque todavía no se ha dicho la última palabra, Chile es uno de esos probables enclaves en la onda reaccionaria que inició el golpe de Estado en Honduras. Ello plantea -como una necesidad de supervivencia- iniciar la construcción de una Izquierda independiente en Chile para unirnos a los que luchan por salvar a la Humanidad de la locura depredadora del capitalismo. Eso exige optar entre ser o no ser. Y es tiempo de ser.
De un lado, el vacío: el voto nulo o en blanco, la abstención o el voto frívolo que fomentan El Mercurio y la TV. En definitiva, ser un cero a la izquierda. De otro lado, apoyar a una Concertación en crisis a través del Juntos Podemos. Votar por Arrate que levanta un programa de Izquierda como la Asamblea Constituyente o la renacionalización del cobre. Y después, en enero, votar por Frei para atajar a la derecha, como ya hicimos con Lagos y Bachelet. La pesada cruz del mal menor: votar por un candidato cuyo decepcionante desempeño como presidente ya conocemos. Todo sea para impedir que un empresario de oscuro historial como especulador financiero llegue a La Moneda con todos los herederos de la dictadura. Un papel frustrante pero razonable para una Izquierda debilitada. ¿Quién en sus cabales optaría por el mal mayor? Entre prolongar el ocaso de la Concertación, desgastada por la corrupción y un pragmatismo sin principios, o legitimar a una derecha golpista y terrorista, no hay mucho margen de duda. Más de lo mismo o algo peor. La Izquierda necesita un mínimo de condiciones para rehacerse. Y eso corre peligro bajo un gobierno de la derecha. De manera que si Piñera no gana en primera vuelta -lo cual puede ocurrir-, en enero estaremos haciendo fila para votar por la otra derecha, la de los nuevos ricos de la Concertación.
Otra vez llegamos desarmados a la coyuntura electoral. Sin siquiera comenzar la construcción del movimiento social y político capaz de sostener una alternativa independiente de Izquierda. Llevamos años perdiendo el tiempo en el bla,bla, sin asumir esa tarea, lamiéndonos nuestras derrotas, evocando el pasado para no criticar el pauperismo ideológico y orgánico de hoy.
La preocupación por el futuro rebrota cuando llegan las elecciones. Entonces el Partido Comunista, de honorable historia pero de secular vocación reformista, se encarga de levantar un tinglado electoral que designa a un candidato con un programa de circunstancias. Ese “frente” electoralista, que desaparece la misma noche de los cómputos, se guía por los intereses del PC, como es natural. Pero no hay que confundirlos con los intereses mucho más amplios, variados y de largo plazo de esa Izquierda que pena en las sombras sin lograr todavía corporizarse. Lo que haga o deje de hacer el PC no debe servir de excusa para no ponerse a construir la Izquierda independiente, democrática y socialista que hace falta. Ese proyecto no puede amarrarse a la suerte de la Concertación, so pena de ser arrastrado por la vorágine de su fracaso. La Izquierda tiene que abrir un nuevo camino, cuyo destino es el socialismo.
Nos enfrentamos a la posibilidad que la derecha gane las elecciones y debemos prepararnos para ello. Hay que estar listos para enfrentar la peor eventualidad. Piñera pertenece a la calaña de gobernantes de su amigo el colombiano Alvaro Uribe, cómplice de narcotraficantes y paramilitares, asesino de dirigentes sindicales y defensores de derechos humanos. Uribe no ha vacilado en entregar la soberanía de Colombia para instalar las bases militares norteamericanas que apuntarán al petróleo, el agua y demás recursos de Venezuela, Brasil y del resto de Suramérica. El imperio está desplegando con vigor su estrategia para detener el socialismo en América Latina. Un profundo conocedor de la región, Fidel Castro, ha escrito: “Sostengo el criterio de que antes de que Obama concluya su mandato habrá de seis a ocho gobiernos de derecha en América Latina que serán aliados del imperio” (Una historia de ciencia ficción, 12/11/2009).
Aunque todavía no se ha dicho la última palabra, Chile es uno de esos probables enclaves en la onda reaccionaria que inició el golpe de Estado en Honduras. Ello plantea -como una necesidad de supervivencia- iniciar la construcción de una Izquierda independiente en Chile para unirnos a los que luchan por salvar a la Humanidad de la locura depredadora del capitalismo. Eso exige optar entre ser o no ser. Y es tiempo de ser.
(*) Publicado en Punto Final, edición Nº 699
No hay comentarios:
Publicar un comentario