Antenor Maraví Izarra
Mientras la prensa hablada y escrita del país, siguió regodeándose en grandes titulares, con abundantes fotografías y videos testimoniales, sobre los condenables hechos de sangre y muerte ocurridos en Bagua el 5 de Junio, donde la población nativa con sus inmemoriales rostros de exclusión, rechazaron con sus lanzas en ristre los decretos legislativos que afectaban sus ancestrales derechos, dejando como saldo, preocupantes cifras de muertos, heridos y desaparecidos, cuyas infaustas noticias dieron vuelta al mundo con demandas de solidaridad y exigencias de respeto a la vida y la salud del ser humano, consagrados como un derecho universal, y como tal, su preservación siempre ha sido responsabilidad del Estado, pero lamentablemente esos derechos frecuentemente fueron pisoteados por la soberbia y la indolencia de los gobernantes de turno.
A escasos 18 días de este condenable acto de avasallamiento y menosprecio a la calidad humana y los derechos del pueblo aborigen de la amazonía peruana, en Ica, tantas veces pregonada como la tierra del boom de la agroexportación peruana, el 23 de junio reciente, en uno de los rincones del área libre que da acceso a la Unidad de Emergencia del Hospital Regional, falleció afectado por tuberculosis aguda, el anciano Antonio Mamani Nina (64) quién luego de un inútil intento de hospitalización, en plena luz del día, murió como cualquier animal abrazado a su terrible soledad, se fue cargado por el viento de los nadies, de los olvidados y marginados de siempre. En esa hora de la indiferencia encrestada, ningún representante ni trabajador alguno del nosocomio estuvo a su lado, y el anciano al fin y al cabo hecho de barro como todos los mortales, abrazado a sus inalcanzables sueños de bienestar, murió como los nativos y los policías de Bagua crucificado por el brillo de la ineficacia de quienes tenían la obligación de poner en salvaguarda sus vidas.
¿Quién o quiénes son los responsables de esta diaria agonía?
El Hospital Regional de Ica fue inaugurado hace 45 años en el primer gobierno del Arq. Fernando Belaunde Terry, como uno de los centros de salubridad más importantes del Sur Medio del país, y con el transcurso del tiempo sus modernos equipamientos e instalaciones de las diferentes unidades, poco a poco fueron depreciándose sin atisbos de mantenimiento ni conservación a su infraestructura, y actualmente luego del devastador terremoto que asoló la región Ica el 15 de agosto del 2007, se encuentra en situación de obsolescencia, prácticamente ha colapsado todo, sin embargo todos los días desde tempranas horas sigue atendiendo largas colas con variadas demandas de consulta y atención médica, donde la precariedad y el esfuerzo inhumano de algunos trabajadores rompen las barreras de lo imposible.
Han transcurrido casi dos años del terremoto, y este hospital rodeado de improvisadas tolderas prácticamente ha perdido todo, incluido su otrora reconocida jerarquía, los enfermos que no cuentan con el aval económico, la gente indigente, los denominados pobres, entre las resquebrajadas paredes de un hospital en agonía, todos los días ven esfumarse en la nada su dignidad humana, esa dignidad, tantas veces proclamadas en la declaración universal de los derechos humanos, y como tal esta enervante situación, sin duda golpea el alma del más fiero y a la vez engendra justificadas broncas en estos tiempos de indolencia. Como diría el poeta César Vallejo: Jamás hombres humanos/ hubo tanto dolor y abandono en el pecho, en la solapa de la cartera/ jamás tan cerca arremetió lo lejos y la indiferencia letal/ jamás el fuego nunca jugó mejor su sol frío muerto/ jamás señor ministro de salud, fue la salud más mortal.
Detrás de este piélago doliente, amurallado de interminables crespones y llantos, la pregunta monda y lironda que a todos nos roe es: ¿Quién o quiénes son los responsables de esta intolerable situación? ¿Por qué tanta demora y ausencia de celeridad en la construcción de una nueva infraestructura para este hospital, y otros tantos comprendidos en la jurisdicción regional?, ¿o es que acaso las autoridades pertinentes ignoran que las garras de la tuberculosis, el VHI Sida y otras enfermedades infecto contagiosas en alianza con la pobreza acentuada por el terremoto se encuentran más fortificadas que nunca en Ica?, lo cierto es que hay una manifiesta lenidad e inoperancia en la decisión gubernamental en sus diferentes instancias, llámense central, regional e institucional; en tanto los denominados pobres, aquellos de segunda categoría, a quiénes los ojos ni los oídos neoliberalitas del presidente García, no quieren mirar ni escucharlos, siguen remando sus desesperanzas amarradas a carpas de plásticos y las huellas de mil avatares dejadas por el terremoto.
A escasos 18 días de este condenable acto de avasallamiento y menosprecio a la calidad humana y los derechos del pueblo aborigen de la amazonía peruana, en Ica, tantas veces pregonada como la tierra del boom de la agroexportación peruana, el 23 de junio reciente, en uno de los rincones del área libre que da acceso a la Unidad de Emergencia del Hospital Regional, falleció afectado por tuberculosis aguda, el anciano Antonio Mamani Nina (64) quién luego de un inútil intento de hospitalización, en plena luz del día, murió como cualquier animal abrazado a su terrible soledad, se fue cargado por el viento de los nadies, de los olvidados y marginados de siempre. En esa hora de la indiferencia encrestada, ningún representante ni trabajador alguno del nosocomio estuvo a su lado, y el anciano al fin y al cabo hecho de barro como todos los mortales, abrazado a sus inalcanzables sueños de bienestar, murió como los nativos y los policías de Bagua crucificado por el brillo de la ineficacia de quienes tenían la obligación de poner en salvaguarda sus vidas.
¿Quién o quiénes son los responsables de esta diaria agonía?
El Hospital Regional de Ica fue inaugurado hace 45 años en el primer gobierno del Arq. Fernando Belaunde Terry, como uno de los centros de salubridad más importantes del Sur Medio del país, y con el transcurso del tiempo sus modernos equipamientos e instalaciones de las diferentes unidades, poco a poco fueron depreciándose sin atisbos de mantenimiento ni conservación a su infraestructura, y actualmente luego del devastador terremoto que asoló la región Ica el 15 de agosto del 2007, se encuentra en situación de obsolescencia, prácticamente ha colapsado todo, sin embargo todos los días desde tempranas horas sigue atendiendo largas colas con variadas demandas de consulta y atención médica, donde la precariedad y el esfuerzo inhumano de algunos trabajadores rompen las barreras de lo imposible.
Han transcurrido casi dos años del terremoto, y este hospital rodeado de improvisadas tolderas prácticamente ha perdido todo, incluido su otrora reconocida jerarquía, los enfermos que no cuentan con el aval económico, la gente indigente, los denominados pobres, entre las resquebrajadas paredes de un hospital en agonía, todos los días ven esfumarse en la nada su dignidad humana, esa dignidad, tantas veces proclamadas en la declaración universal de los derechos humanos, y como tal esta enervante situación, sin duda golpea el alma del más fiero y a la vez engendra justificadas broncas en estos tiempos de indolencia. Como diría el poeta César Vallejo: Jamás hombres humanos/ hubo tanto dolor y abandono en el pecho, en la solapa de la cartera/ jamás tan cerca arremetió lo lejos y la indiferencia letal/ jamás el fuego nunca jugó mejor su sol frío muerto/ jamás señor ministro de salud, fue la salud más mortal.
Detrás de este piélago doliente, amurallado de interminables crespones y llantos, la pregunta monda y lironda que a todos nos roe es: ¿Quién o quiénes son los responsables de esta intolerable situación? ¿Por qué tanta demora y ausencia de celeridad en la construcción de una nueva infraestructura para este hospital, y otros tantos comprendidos en la jurisdicción regional?, ¿o es que acaso las autoridades pertinentes ignoran que las garras de la tuberculosis, el VHI Sida y otras enfermedades infecto contagiosas en alianza con la pobreza acentuada por el terremoto se encuentran más fortificadas que nunca en Ica?, lo cierto es que hay una manifiesta lenidad e inoperancia en la decisión gubernamental en sus diferentes instancias, llámense central, regional e institucional; en tanto los denominados pobres, aquellos de segunda categoría, a quiénes los ojos ni los oídos neoliberalitas del presidente García, no quieren mirar ni escucharlos, siguen remando sus desesperanzas amarradas a carpas de plásticos y las huellas de mil avatares dejadas por el terremoto.
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