Santiago Pedraglio
Al margen de un pequeño núcleo fujimorista atrincherado en la prensa escrita, la gran mayoría de los medios de comunicación ha otorgado a Susana Villarán, candidata de Fuerza Social a la Alcaldía de Lima, un trato democrático y plural.
Sin embargo, ese núcleo ultraderechista se empeña en satanizarla por "roja". ¿Qué hay detrás de la rabiosa cantaleta diaria de ese pequeño pero bullero sector? Más que favorecer a otros candidatos, buscan impedir que se afiance la representación política de una franja de peruanos que quieren cambios, y que saben que los pueden conseguir en democracia. Los rabiosos quieren regresar a su paraíso de la década de 1990 para actuar con impunidad y gobernar sin fiscalización.
Para esa ultraderecha, fujimoristas incluidos, ejercer el gobierno se reduce a una mezcla de autoritarismo implacable con librecambismo, a la que abusivamente denominan "liberal". No les interesa el fortalecimiento del sistema político ni del sistema de partidos, única garantía para que la democracia subsista.
¿Por qué el sistema político se fortalece con una centroizquierda organizada y representativa? Porque hay un importante sector de peruanos que, ya sea por un sentimiento de inconformidad o por un meditado razonamiento, quieren cambios y reformas (tal como, por ejemplo, las prometiera el actual gobernante cuando ganó las elecciones de 2006).
Un breve repaso de América del Sur muestra que la centroizquierda es una realidad objetiva; y que donde existe, el sistema político democrático se ha consolidado. En Chile, después de veinte años de gobierno de la Concertación centroizquierdista, ganó la derecha y el sistema político sigue igual de vigente. En Brasil, Lula terminará su gobierno con una altísima popularidad y probablemente su sucesora sea la ex guerrillera y ex ministra Dilma Rousseff. En Uruguay, el nuevo triunfo del Frente Amplio, con el ex guerrillero José Mujica, indica lo mismo. Más aún, en todos estos agrupamientos hay tendencias radicales, pero que aceptan el juego democrático. Y ojo: Mujica y Rousseff no han sido dirigentes magisteriales radicales, sino que optaron por la lucha armada; pero hoy asumen plenamente la democracia, gobiernan con responsabilidad y tienen el aval de un sector mayoritario de su población.
Aquí, en el Perú, la extrema derecha sigue interesada en el "reflotamiento controlado" de Sendero Luminoso, para presentarse como la única carta para propiciar su derrota. La consolidación de Susana Villarán y de su grupo, por el contrario, reduce el espacio a las propuestas pro lucha armada. No es gratuito que la candidatura de Fuerza Social en Lima esté permitiendo el ingreso a la política de un importante contingente de jóvenes que, por otra parte, tendrán la ocasión de votar libremente, sin pensar en el agobiante mal menor, que termina por endosar al ganador una impostada mayoría.
Sin embargo, ese núcleo ultraderechista se empeña en satanizarla por "roja". ¿Qué hay detrás de la rabiosa cantaleta diaria de ese pequeño pero bullero sector? Más que favorecer a otros candidatos, buscan impedir que se afiance la representación política de una franja de peruanos que quieren cambios, y que saben que los pueden conseguir en democracia. Los rabiosos quieren regresar a su paraíso de la década de 1990 para actuar con impunidad y gobernar sin fiscalización.
Para esa ultraderecha, fujimoristas incluidos, ejercer el gobierno se reduce a una mezcla de autoritarismo implacable con librecambismo, a la que abusivamente denominan "liberal". No les interesa el fortalecimiento del sistema político ni del sistema de partidos, única garantía para que la democracia subsista.
¿Por qué el sistema político se fortalece con una centroizquierda organizada y representativa? Porque hay un importante sector de peruanos que, ya sea por un sentimiento de inconformidad o por un meditado razonamiento, quieren cambios y reformas (tal como, por ejemplo, las prometiera el actual gobernante cuando ganó las elecciones de 2006).
Un breve repaso de América del Sur muestra que la centroizquierda es una realidad objetiva; y que donde existe, el sistema político democrático se ha consolidado. En Chile, después de veinte años de gobierno de la Concertación centroizquierdista, ganó la derecha y el sistema político sigue igual de vigente. En Brasil, Lula terminará su gobierno con una altísima popularidad y probablemente su sucesora sea la ex guerrillera y ex ministra Dilma Rousseff. En Uruguay, el nuevo triunfo del Frente Amplio, con el ex guerrillero José Mujica, indica lo mismo. Más aún, en todos estos agrupamientos hay tendencias radicales, pero que aceptan el juego democrático. Y ojo: Mujica y Rousseff no han sido dirigentes magisteriales radicales, sino que optaron por la lucha armada; pero hoy asumen plenamente la democracia, gobiernan con responsabilidad y tienen el aval de un sector mayoritario de su población.
Aquí, en el Perú, la extrema derecha sigue interesada en el "reflotamiento controlado" de Sendero Luminoso, para presentarse como la única carta para propiciar su derrota. La consolidación de Susana Villarán y de su grupo, por el contrario, reduce el espacio a las propuestas pro lucha armada. No es gratuito que la candidatura de Fuerza Social en Lima esté permitiendo el ingreso a la política de un importante contingente de jóvenes que, por otra parte, tendrán la ocasión de votar libremente, sin pensar en el agobiante mal menor, que termina por endosar al ganador una impostada mayoría.
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