Por : Antenor Maraví Izarra
Que duda
cabe, el amauta José María Arguedas, entre los miles de prestigiosos ex
alumnos, por citar el siglo pasado, ostenta para orgullo de Ica, una
inolvidable ligazón a sus años juveniles, pues este insigne escritor en
los años 1926 y 1927, estudió como internado en el antiguo local del
emblemático y bicentenario Colegio San Luis Gonzaga, ubicado en la
segunda cuadra de la calle Bolívar, años en que la dirección del plantel
estuvo a cargo del doctor Erasmo Beraún, integrante de esa pléyade de
directores y maestros que dejaron cimientes fecundos y huellas de
elevada nombradía, en la rica historia de esta importante casa de
estudios Alma Mater del pueblo iqueño.
En aquellos años, conforme dan cuenta algunas referencias escritas, la estancia del Amauta Arguedas en Ica, en los días libres y feriados a su condición de internado en el colegio,a solicitud de su padre,que entonces radicaba en Puquio, ha compartido la aquiescente hospitalidad de la familia Falconi, junto a su hermano Arístides, donde el estudiante adolescente Arguedas, se afirma que se habría enamorado por primera vez de la iqueña Pompeya Miranda Falconí.
Hablar del funcionamiento y positivo accionar educativo de este antiguo local, fundado por la colegiata jesuita al mando de aquel patriarcal y mítico sacerdote de apellido Orduña que data desde el año 1746, es hablar de los años de abolengo de plena autonomía económica y excelencia académica que atrae la presencia selecta de la juventud estudiosa de diferentes puntos del país, entre ellos las provincias sureñas de Ayacucho, Huancavelica y Apurímac.
En el cuento Orovilca, publicado el año 1954, José M.Arguedas describe el viejo patio de este antiguo local, orlado de faroles, piedras de sillar y frondosos ficus, corredores con arcos coloniales que entonan con la cúpula blanquecina de la otrora Iglesia matriz, actualmente en ruinas por el devastador terremoto que afectó el año 2007. Igualmente describe con lujo de detalles la antigua Plaza de Armas, en el que exalta la presencia del chaucato considerándolo como el príncipe de las aves de la región, nos habla de la dunas, las lagunas y los arenales de Ica cubiertos de huarangos, en los que dos alumnos del internado, del quinto año, Salcedo y Wilster, comparten como protagonistas principales de la mágica descripción, enlazados a los sueños platónicos hacia Hortensia Mazzoni, una bella musa iqueña que vive en una de las casonas de la Plaza de Armas, y que a la postre logra hechizar los sueños y la magistral descripción del autor, y el accionar de los protagonistas que por razones de espacio es imposible entrar en detalles.
En aquellos años, conforme dan cuenta algunas referencias escritas, la estancia del Amauta Arguedas en Ica, en los días libres y feriados a su condición de internado en el colegio,a solicitud de su padre,que entonces radicaba en Puquio, ha compartido la aquiescente hospitalidad de la familia Falconi, junto a su hermano Arístides, donde el estudiante adolescente Arguedas, se afirma que se habría enamorado por primera vez de la iqueña Pompeya Miranda Falconí.
Hablar del funcionamiento y positivo accionar educativo de este antiguo local, fundado por la colegiata jesuita al mando de aquel patriarcal y mítico sacerdote de apellido Orduña que data desde el año 1746, es hablar de los años de abolengo de plena autonomía económica y excelencia académica que atrae la presencia selecta de la juventud estudiosa de diferentes puntos del país, entre ellos las provincias sureñas de Ayacucho, Huancavelica y Apurímac.
En el cuento Orovilca, publicado el año 1954, José M.Arguedas describe el viejo patio de este antiguo local, orlado de faroles, piedras de sillar y frondosos ficus, corredores con arcos coloniales que entonan con la cúpula blanquecina de la otrora Iglesia matriz, actualmente en ruinas por el devastador terremoto que afectó el año 2007. Igualmente describe con lujo de detalles la antigua Plaza de Armas, en el que exalta la presencia del chaucato considerándolo como el príncipe de las aves de la región, nos habla de la dunas, las lagunas y los arenales de Ica cubiertos de huarangos, en los que dos alumnos del internado, del quinto año, Salcedo y Wilster, comparten como protagonistas principales de la mágica descripción, enlazados a los sueños platónicos hacia Hortensia Mazzoni, una bella musa iqueña que vive en una de las casonas de la Plaza de Armas, y que a la postre logra hechizar los sueños y la magistral descripción del autor, y el accionar de los protagonistas que por razones de espacio es imposible entrar en detalles.
Describir la
larga y señorial vigencia histórica de este bicentrenatio colegio,uno de
los más antiguos de Sud América, con el caleidoscopio puesto en los
ojos del ayer, sería muy difícil señalar toda su riqueza espiritual
atesoradas en cientos de miles de ex alumnos y honorables maestros que
pasaron por sus aulas, para quienes desde estas líneas cibernéticas van
mis afectuosos saludos.El próximo 21 de Junio, día central, me
comprometo publicar sobre los años aurorales de su gloriosa fundación.
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