Por: Antenor Maraví Izarra (*)
Mañana
se conmemora el 267 Aniversario de la fundación del Colegio San Luis
Gonzaga de Ica, que cual cofre depositario de infinitas vivencias y
recuerdos
imperecederos, de sus maestros y alumnos, hoy como ayer, a lo largo de
estos años siguen siendo la expresión viva y caudal inagotable de su
esplendor educativo en esta tierra milenaria, altar de gloriosas gestas e
importantes hitos históricos del país.
Como
señaláramos hace 27 años atrás en el libro: “Toda una eternidad”,
escrito y publicado en homenaje a los 250 años de su creación y
funcionamiento, hablar
del bicentenario Colegio San Luis Gonzaga de Ica, es trasuntar en los
linderos fecundos de ICA, y reafirmar su acrisolado mensaje ahítos y
fecundos en tantos años de positivo quehacer pedagógico de innumerables
maestros al servicio de numerosas
generaciones
de alumnos que accedieron a sus aulas. Como diría el poeta chino Li Pon
“ Las aulas se convirtieron en posadas, donde las personas se alojaron
brevemente, el
tiempo fue la eterna acumulación de huéspedes, donde a veces los
conductores de turno actúan con vanidad y soberbia con quienes le
antecedieron en los cargos…”.
En
los años de su apogeo académico y económico, ser maestro sanluisano
significaba gozar de una idoneidad profesional. La palabra Maestro era
sinónimo de
respeto y admiración, razón por la que los profesionales de otras áreas
del saber humano. Siempre pugnaron por incorporarse a la plazas
vacantes, así encontramos en sus aulas como docentes a abogados,
médicos, ingenieros etc.
Actualmente, gracias a la bonanza económica que confronta el país y las significativas partidas
presupuestales
conferidas por los dos últimos gobernantes, esta institución
emblemática del país, goza a nivel nacional de una de las mejores
infraestructuras, diversificadas en varios estamentos, que sin duda
honran merecidamente a su antigüedad y reconocido
prestigio nacional.
Vayan,
pues, nuestro homenaje a quienes con la luz del saber, alimentaron
infatigables ese almácigo espiritual de Ica. Nuestro reconocimiento a
los maestros
y alumnos de ayer, hoy y siempre, que supieron alimentar los caracteres
de eternidad de ese señorial
y
gran colegio, que vencerá el tiempo y todas las ambiciones y veleidades
humanas, porque vivirá por siempre: Toda una eternidad, tal como reza
el título de mi modesto libro, referido líneas arriba, escrito en mi
condición de ex director.
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