Antenor Maraví Izarra
El mes de mayo ingresaron a Ayacucho más de cien soldados norteamericanos para iniciar el operativo “Nuevos Horizontes”, que según algunas fuentes noticiosas, se prolongaría hasta septiembre y en el que se incrementaría la presencia de más de mil contingentes militares de este país con otros fines.
De acuerdo a las aquiescentes informaciones de las autoridades peruanas esta presencia militar se limitaría a desarrollar acciones de “ayuda humanitaria”; pero lo extraño es que en los cielos de Ayacucho han empezado a notarse incesantes vuelos de helicópteros y en sus apacibles calles la presencia de militares armados hasta los dientes con equipamientos sofisticados; que confirman las versiones de que este contingente estaría armando una base militar en la zona del Valle del Río Apurímac-Ene (VRAE), zona altamente sensible en términos de seguridad.
No olvidar que el ex ministro de Defensa Allan Wagner en la entrevista que concedió a Mariella Balbi (Diario El Comercio) el 26/11/07, ya había anunciado que se instalaría una base militar en el VRAE, supuestamente para combatir el narcotráfico y los remanentes de sendero. Sin embargo, de acuerdo a las informaciones de analistas internacionales, el asunto va más allá y compromete peligrosamente la soberanía del país, pues, se estaría cocinando la instalación de una base militar USA, en reemplazo de la base de Mantas – Ecuador, por ser una zona estratégicamente ideal y equidistante a Iquitos donde inclusive diversas versiones señalan que ya se habría instalado una base para contrarrestar el conflicto armado de Colombia y en el caso de Bolivia para reforzar desde el VRAE los nubarrones separatistas que arrecian cada vez más.
La otra alternativa que se especula, es que la base de Manta, se traslade a la Guajira colombiana, para invadir Venezuela, para cuyo efecto ya está en marchan la IV Flota de la Armada USA.
Pero el mayor trasfondo de esta supuesta “presencia humanitaria”, es husmear la rica biodiversidad de la zona, y el potencial energético con que cuenta, entre otros, gas, petróleo y uranio, de modo, mucho cuidado con los cristales y la candorosa complacencia de nuestros gobernantes, ante los avasalladores pasos que empieza a dar este gran elefante.
De acuerdo a las aquiescentes informaciones de las autoridades peruanas esta presencia militar se limitaría a desarrollar acciones de “ayuda humanitaria”; pero lo extraño es que en los cielos de Ayacucho han empezado a notarse incesantes vuelos de helicópteros y en sus apacibles calles la presencia de militares armados hasta los dientes con equipamientos sofisticados; que confirman las versiones de que este contingente estaría armando una base militar en la zona del Valle del Río Apurímac-Ene (VRAE), zona altamente sensible en términos de seguridad.
No olvidar que el ex ministro de Defensa Allan Wagner en la entrevista que concedió a Mariella Balbi (Diario El Comercio) el 26/11/07, ya había anunciado que se instalaría una base militar en el VRAE, supuestamente para combatir el narcotráfico y los remanentes de sendero. Sin embargo, de acuerdo a las informaciones de analistas internacionales, el asunto va más allá y compromete peligrosamente la soberanía del país, pues, se estaría cocinando la instalación de una base militar USA, en reemplazo de la base de Mantas – Ecuador, por ser una zona estratégicamente ideal y equidistante a Iquitos donde inclusive diversas versiones señalan que ya se habría instalado una base para contrarrestar el conflicto armado de Colombia y en el caso de Bolivia para reforzar desde el VRAE los nubarrones separatistas que arrecian cada vez más.
La otra alternativa que se especula, es que la base de Manta, se traslade a la Guajira colombiana, para invadir Venezuela, para cuyo efecto ya está en marchan la IV Flota de la Armada USA.
Pero el mayor trasfondo de esta supuesta “presencia humanitaria”, es husmear la rica biodiversidad de la zona, y el potencial energético con que cuenta, entre otros, gas, petróleo y uranio, de modo, mucho cuidado con los cristales y la candorosa complacencia de nuestros gobernantes, ante los avasalladores pasos que empieza a dar este gran elefante.
Los interminables atropellos del imperio USA
Cuando se trata de ampliar horizontes e impulsar la hegemonía bélica del imperio norteamericano, a sus gobernantes de ayer y hoy, sean estos demócratas o republicanos, poco o nada les ha importado respetar los derechos humanos, y en esa constante siempre pregonaron que a nadie tienen que pedir permiso para cruzar los linderos de la soberanía de los pueblos. Con esa arrogancia arrebataron la mitad de su territorio a México, y en su historial hay una larga lista de intervenciones y sometimientos, de la vida, la paz y la confraternidad de los pueblos.
Parte de esa historia es el cruel asesinato de 600 moros, entre ellos niños y mujeres, denominados tribus de “salvajes negros” que fueron diezmados por el ejército norteamericano, acorralados en un cráter del Monte Dajod de Filipinas. Frente a esta vesania, una delegación de metodistas el año 1899, se constituyó solicitando explicaciones ante el despacho del presidente de los EE.UU. Mckinley, quien con tanta naturalidad les respondió lo siguiente: “No tuvimos más remedio que tomarlos a todos, civilizarlos y cristianizarlos, ante la gracia de Dios, hacer por ellos lo mejor que pudimos como hermanos por quiénes también murió Cristo”.
Posiblemente por este genocidio, el renombrado periodista y escritor norteamericano Samuel Langhorne Clemens, más conocido como Mark Twain, le dirigió en su época una carta de indignación al presidente Mckinley, diciéndole: “Me permito sugerirle que en el futuro, en la bandera americana deberían ser sustituidas las listas blancas por negras y las estrellas por calaveras”
Parte de esa prepotencia bélica es la invasión a Vietnam, una guerra abusiva y desigual, cuyas cifras letales arrojan muchos soldados USA que inútilmente sacrificaron sus vidas, y a la postre obligó la caída del presidente Nixon. En esa incesante política intervencionista se inscribe la invasión a Irak, con el cuento de buscar armas de destrucción masiva que sólo existía en sus mentes; y que igualmente costaron decenas de miles de muertos de ambos lados, incluido la ejecución de Sadam Hussein.
Y ahora, entre las palmas batientes del gobierno peruano, con el cuento de brindar el apoyo humanitario, con sus armas en ristre han empezado a posesionarse del VRAE y marcar las áreas letales desde el famoso Cuartel Los Cabitos, donde innumerables veces se incineraron inocentes víctimas, que hasta la fecha se mantiene en la impunidad.
Cuando se trata de ampliar horizontes e impulsar la hegemonía bélica del imperio norteamericano, a sus gobernantes de ayer y hoy, sean estos demócratas o republicanos, poco o nada les ha importado respetar los derechos humanos, y en esa constante siempre pregonaron que a nadie tienen que pedir permiso para cruzar los linderos de la soberanía de los pueblos. Con esa arrogancia arrebataron la mitad de su territorio a México, y en su historial hay una larga lista de intervenciones y sometimientos, de la vida, la paz y la confraternidad de los pueblos.
Parte de esa historia es el cruel asesinato de 600 moros, entre ellos niños y mujeres, denominados tribus de “salvajes negros” que fueron diezmados por el ejército norteamericano, acorralados en un cráter del Monte Dajod de Filipinas. Frente a esta vesania, una delegación de metodistas el año 1899, se constituyó solicitando explicaciones ante el despacho del presidente de los EE.UU. Mckinley, quien con tanta naturalidad les respondió lo siguiente: “No tuvimos más remedio que tomarlos a todos, civilizarlos y cristianizarlos, ante la gracia de Dios, hacer por ellos lo mejor que pudimos como hermanos por quiénes también murió Cristo”.
Posiblemente por este genocidio, el renombrado periodista y escritor norteamericano Samuel Langhorne Clemens, más conocido como Mark Twain, le dirigió en su época una carta de indignación al presidente Mckinley, diciéndole: “Me permito sugerirle que en el futuro, en la bandera americana deberían ser sustituidas las listas blancas por negras y las estrellas por calaveras”
Parte de esa prepotencia bélica es la invasión a Vietnam, una guerra abusiva y desigual, cuyas cifras letales arrojan muchos soldados USA que inútilmente sacrificaron sus vidas, y a la postre obligó la caída del presidente Nixon. En esa incesante política intervencionista se inscribe la invasión a Irak, con el cuento de buscar armas de destrucción masiva que sólo existía en sus mentes; y que igualmente costaron decenas de miles de muertos de ambos lados, incluido la ejecución de Sadam Hussein.
Y ahora, entre las palmas batientes del gobierno peruano, con el cuento de brindar el apoyo humanitario, con sus armas en ristre han empezado a posesionarse del VRAE y marcar las áreas letales desde el famoso Cuartel Los Cabitos, donde innumerables veces se incineraron inocentes víctimas, que hasta la fecha se mantiene en la impunidad.
Ayacucho y sus exigencias inmemoriales
En un país como el Perú con profundas contradicciones sociales y económicas, signado por esa vorágine neoliberalista imperante, que rige las reglas de convivencia en función de las minorías pudientes en detrimento de las grandes mayorías nacionales, como diría el poeta Sebastián Salazar Bondy, hablar de Ayacucho es mirar el rostro de un pueblo con grandes desencuentros, cargado de historias libertarias y a la vez de brechas abismales de exclusiones y olvidos inmemoriales, donde las promesas demagógicas de sucesivos gobernantes siempre campearon.
En este templo de ceremoniales cruentas, donde la sangre inocente derramada tantas veces en los dolorosos años de la violencia que asoló el país y en particular Ayacucho: Cayara, Accomarca, Umaru, Puca yacu y Putis, entre otros, siguen dibujadas en su memoria como martillazos clavados que duelen y oprimen a la vez, exigen a gritos… ¡Justicia!.
Por eso es que demandan respeto y atención a sus derechos conculcados, para ellos es un imperativo moral que el Estado debe cumplir con las reparaciones por las pérdidas humanas y materiales, y esas reparaciones, sean individuales o colectivas, son indispensables para su desarrollo económico y social, así como la reconciliación nacional, planteadas por la CVR.
Por eso es que sus dirigentes, frente a tantos olvidos deliberados que aun siguen practicando los gobernantes de estos tiempos, con justa razón, reclaman a gritos declarar a Ayacucho como Región de Atención Preferente, por encontrarse entre las tres regiones con mayor pobreza y pobreza extrema del país. Igualmente exigen el cumplimiento de las actas suscritas por el Gobierno Central en la mesa de diálogo concertado el año pasado luego de la marcha de los Wari, y sanción a los autores materiales e intelectuales del asesinato de dos campesinos de Suso, durante el paro nacional del 19 de febrero último, entre otros.
Y es por eso, que el histórico Frente de Defensa de Ayacucho (FREDEPA),por mandato de la Asamblea de las organizaciones representativas que lo integran, han acordado por unanimidad llevar a cabo un..¡Paro de Protesta! los días 8 y 9 de julio, en todo el ámbito regional, con la bandera en las manos con la exigencia del retiro de estas tropas invasoras, y la atención a sus justificadas demandas .
En un país como el Perú con profundas contradicciones sociales y económicas, signado por esa vorágine neoliberalista imperante, que rige las reglas de convivencia en función de las minorías pudientes en detrimento de las grandes mayorías nacionales, como diría el poeta Sebastián Salazar Bondy, hablar de Ayacucho es mirar el rostro de un pueblo con grandes desencuentros, cargado de historias libertarias y a la vez de brechas abismales de exclusiones y olvidos inmemoriales, donde las promesas demagógicas de sucesivos gobernantes siempre campearon.
En este templo de ceremoniales cruentas, donde la sangre inocente derramada tantas veces en los dolorosos años de la violencia que asoló el país y en particular Ayacucho: Cayara, Accomarca, Umaru, Puca yacu y Putis, entre otros, siguen dibujadas en su memoria como martillazos clavados que duelen y oprimen a la vez, exigen a gritos… ¡Justicia!.
Por eso es que demandan respeto y atención a sus derechos conculcados, para ellos es un imperativo moral que el Estado debe cumplir con las reparaciones por las pérdidas humanas y materiales, y esas reparaciones, sean individuales o colectivas, son indispensables para su desarrollo económico y social, así como la reconciliación nacional, planteadas por la CVR.
Por eso es que sus dirigentes, frente a tantos olvidos deliberados que aun siguen practicando los gobernantes de estos tiempos, con justa razón, reclaman a gritos declarar a Ayacucho como Región de Atención Preferente, por encontrarse entre las tres regiones con mayor pobreza y pobreza extrema del país. Igualmente exigen el cumplimiento de las actas suscritas por el Gobierno Central en la mesa de diálogo concertado el año pasado luego de la marcha de los Wari, y sanción a los autores materiales e intelectuales del asesinato de dos campesinos de Suso, durante el paro nacional del 19 de febrero último, entre otros.
Y es por eso, que el histórico Frente de Defensa de Ayacucho (FREDEPA),por mandato de la Asamblea de las organizaciones representativas que lo integran, han acordado por unanimidad llevar a cabo un..¡Paro de Protesta! los días 8 y 9 de julio, en todo el ámbito regional, con la bandera en las manos con la exigencia del retiro de estas tropas invasoras, y la atención a sus justificadas demandas .
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