Paco Moreno
El presidente García se muere por quedarse, pero, si no pudiera, ayudará a otro parecido a él para que le cubra las espaldas. Para eso son las malas artes contra Ollanta.El juego del presidente García es hacer que el legislador José Vargas proponga la reelección, Yehude la niegue y él permanezca callado para que nos preguntemos en qué está pensando.
De esta forma vuelve a estar en el tintero la idea de que de su persona depende la decisión de gobierno del 2011. Puede que no haya ninguna reelección porque el ambiente no lo facilita, pero el presidente que se elija debe parecer un clon político del actual, más aún, alguien que le deba la banda y que probablemente se la estará devolviendo después de cinco años.
Obviamente que Ollanta Humala, a quien García quiere sacar del camino con malas artes, es el peligro real o ficticio, que el mandatario utiliza para movilizar a las fuerzas sanas del país: banqueros, inversores trasnacionales, miembros de la Confiep, directores de medios oficialistas, servicios de inteligencia propios y foráneos, y otros para lograr el estado de salvación que consiste en que nada cambie y muy poco se mueva.De este poder le hablaba el presidente el 24 de marzo ante los prohombres de la banca nacional e internacional: “En el Perú, el presidente tiene un poder, no puede hacer presidente al que él quisiera, pero sí puede evitar que sea presidente quien él no quiere. Yo lo he demostrado”.
García venció al líder izquierdista Alfonso Barrantes en 1985; y a Ollanta en el 2006; impidiendo de esta manera que lleguen al poder hombres que quisieron cambiar las cosas, y lo hizo poniéndose en el medio de la polarización izquierda-derecha que reflejaba las grandes disyuntivas del pueblo peruano. En el 90, se negó a ser neutral frente a las elecciones, y jugó con malas artes contra la candidatura de Mario Vargas Llosa, que había ofrecido investigarlo por corrupción y mandarlo a la cárcel. Así nos trajo al mundo a Fujimori, que hoy se encuentra condenado por crímenes contra los derechos humanos y que próximamente será procesado por corrupción.
O sea que tenemos en García a un personaje obseso con el poder en todas sus formas. “Si no soy yo, entonces que sea alguien quien yo apruebe”, sería su frase favorita. Si se le quitara a García la mamadera del poder, moriría desinflándose poco a poco.Para llegar al poder, García nos quiso hacer creer en el 2005 que había llegado de Europa convertido en un socialdemócrata responsable; por el poder, el presidente nos mintió en todos los idiomas; por el poder, el jefe de Estado daría lo que fuere, haría lo que fuere (lea Correo).
Que Yehude quiera convencernos de que está al tanto del pensamiento íntimo de su jefe político es algo que muy pocos toman en serio. Su papel es apenas el de ofrecer bálsamos ante los lados más irritantes del estilo alanista. El poder es el alimento de García y no es difícil darse cuenta de que lo disfruta de manera constante.
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