Nuria Barbosa León(*)
Somos uno en el desfile del 1ro de Mayo porque:
Hay motivos para exigir derechos laborales usurpados a los pobres del tercer mundo por los dueños del capital, durante siglos.
Es día de banderas, de colores, de multitud unida, de caminar hasta el agotamiento, de escuchar cantos políticos, de decir en colectivo y buscar motivaciones para estar una vez más entre el calor, el sol y la muchedumbre.
Es el encuentro con la Plaza de la Revolución y la imagen inerte de Martí esculpida en mármol blanco. Es saludar a los dirigentes y recibir de ellos una mirada para reafirmar nuestra confianza en el gobierno revolucionario.
Es engalanar la ciudad para un festejo y realizar actividades alegóricas e iniciativas en los colectivos laborales; también, de participar en los trabajos voluntarios y las movilizaciones en el cumplimiento de metas productivas.
Es no dormir la noche anterior y esperar muchas horas de pie hasta que los altoparlantes transmitan el Himno Nacional y el orador principal dedique unas palabras a la conmemoración.
Es sentir la compañía del amigo, del vecino o el compañero de trabajo; bailar en una conga improvisada y sumergirnos en los: ¡Abajo! y los ¡Vivas!
Es clamar consignas; exigir el derecho a la vida; glorificar a los mártires ausentes; pedir justicia para los oprimidos; compartir el momento con los héroes anónimos; sentir en las venas el clamor de la dignidad y apoyar las conquistas alcanzadas de una sociedad edificada en el porvenir.
Estaremos allí, y seremos uno más entre millones. Nuestro espacio está marcado por el instante de identificarnos como cubanos y abrazar los ideales de convertir a la humanidad en Patria.
Será el amanecer en la unidad, en la integración y en el clamor para la libertad de todos los pueblos del mundo.
Asistir al Primero de Mayo es la voluntad individual de testificar por un hecho histórico e inolvidable.
Hay motivos para exigir derechos laborales usurpados a los pobres del tercer mundo por los dueños del capital, durante siglos.
Es día de banderas, de colores, de multitud unida, de caminar hasta el agotamiento, de escuchar cantos políticos, de decir en colectivo y buscar motivaciones para estar una vez más entre el calor, el sol y la muchedumbre.
Es el encuentro con la Plaza de la Revolución y la imagen inerte de Martí esculpida en mármol blanco. Es saludar a los dirigentes y recibir de ellos una mirada para reafirmar nuestra confianza en el gobierno revolucionario.
Es engalanar la ciudad para un festejo y realizar actividades alegóricas e iniciativas en los colectivos laborales; también, de participar en los trabajos voluntarios y las movilizaciones en el cumplimiento de metas productivas.
Es no dormir la noche anterior y esperar muchas horas de pie hasta que los altoparlantes transmitan el Himno Nacional y el orador principal dedique unas palabras a la conmemoración.
Es sentir la compañía del amigo, del vecino o el compañero de trabajo; bailar en una conga improvisada y sumergirnos en los: ¡Abajo! y los ¡Vivas!
Es clamar consignas; exigir el derecho a la vida; glorificar a los mártires ausentes; pedir justicia para los oprimidos; compartir el momento con los héroes anónimos; sentir en las venas el clamor de la dignidad y apoyar las conquistas alcanzadas de una sociedad edificada en el porvenir.
Estaremos allí, y seremos uno más entre millones. Nuestro espacio está marcado por el instante de identificarnos como cubanos y abrazar los ideales de convertir a la humanidad en Patria.
Será el amanecer en la unidad, en la integración y en el clamor para la libertad de todos los pueblos del mundo.
Asistir al Primero de Mayo es la voluntad individual de testificar por un hecho histórico e inolvidable.
(*)Periodista de Radio Progreso y Radio Habana Cuba
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