Antenor Maraví Izarra (*)
Cuando el 30 de Agosto del 2003, en la Plaza de Armas de la ciudad de Huamanga (Ayacucho), en un estrado gigante, donde la imagen de la Virgen Dolorosa, simbolizó el sufrimiento del pueblo, flanqueado por la imponente fachada de la Catedral y los portales del local central de la Universidad Nacional “San Cristóbal”, enlazado con un coro de niños que no cesaban de cantar el wayno “Huérfano Pajarillo” ante una multitud abigarrada en todo el cuadrilátero, el Presidente de la Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR) el doctor Salomón Lerner, en momentos en que hizo entrega del Informe Final, anunciando entre otros, la muerte de 69,280 peruanos, la desaparición y la tortura de innumerables campesinos ante la indiferencia de quienes pudieron haber impedido y no lo hicieron, en los dolorosos años de la violencia que asoló el país, especialmente al pueblo ayacuchano, en los años 80 al 2000, ni siquiera remotamente habría pensado que luego de cinco años, se descubrirían en el Cuartel Militar Los Cabitos, ubicado en la ciudad de Huamanga, así como en la comunidad campesina Putis, ubicada en las alturas de la provincia Huanta, con hallazgos y exhumaciones de restos humanos de niños, madres en gestación, hombres y mujeres en plenitud de la vida que fueron brutalmente asesinados y enterrados en 14 fosas comunes el año 1984, de cuyo genocidio, según referencias de Norberto Lamilla, Director Ejecutivo de la ONG Paz y Esperanza, se calcula que el total de muertos de Putis llegarían a más de 400 seres humanos que fueron victimados con tanta vesania como en los años horrendos de la barbarie nazi.
Frente a estas fosas apilonadas de muertos, llenos de dolor, que siguen clamando justicia y la piadosa solidaridad de los vivos, si volviera a resucitar el poeta de las hondas tristezas, nuestro y de todos el gran César Vallejo, que vivió y murió sufriendo el dolor intenso de su pueblo, especialmente de los olvidados, con toda seguridad recitaría el segundo párrafo del poema: Los nueve monstruos, que premonitoriamente escribió para denunciar ante los ojos del mundo, los rituales del brutal agravio al derecho elemental a la vida que todos los seres humanos tenemos.
Junto a nuestras oraciones estaría repitiendo en alta voz: Jamás, hombres humanos,/ hubo tanto dolor en el pecho,/en la solapa, en los chullos, en los ponchos,/ en la carnecería, en la aritmética./ ¡Jamás tanto cariño doloroso,/ jamás tan cerca arremetió lo lejos!, ¡jamás, señores gobernantes/ fue la vida tan mortal/ y la migraña extrajo tanta frente a la frente!/ y la fosa sin cajón, tuvo tanto dolor,/ el corazón, en su cajón, dolor/ la lagartija entre los muertos, dolor. Y finaliza, ¡Ah! desgraciadamente, hombres humanos, hay hermanos muchísimo que hacer/
.¿Tras estos hechos aun latentes, cómo curar esta herida nacional, cómo trazar nuevos caminos de real integración social en nuestro país?.En el informe de la CVR que aludimos en esta nota, el doctor Lerner, no solo enfatiza ese pasado trágico, sino el presente de un Perú que sigue aun roto, distinto, ajeno, por reconstruir de nuevo, pero ¿cómo cerrar esas brechas sociales, económicas, culturales y raciales, que sigue mostrándonos el mapa de injusticia e inequidad del país, que con tanto dolor nos hablan entre otros, los poemas de Vallejo?.
Es tiempo de cerrar heridas, y sumar esfuerzos por la real reconciliación del país, en ese imperativo las instituciones gubernamentales y los mandos castrenses tienen el deber ineludible de colaborar con el esclarecimiento de estos crímenes de lesa humanidad, el hecho de que los militares pidan perdón de ninguna manera menoscaba su formación castrence, al contrario serviría para reafirmar la reconciliación del país.
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