Nuevamente el obispo Cipriani hizo uso de una misa en la Catedral para hacer declaraciones políticas y llevar agua para su molino, atacando bajamente a los ex integrantes de la Comisión de la Verdad. Inclusive se permitió decir que son demasiado importantes los derechos humanos para estar en manos de un pequeño grupo ideológico, lo que constituye una gran falsedad sobre la CVR.
Como bien ha argumentado monseñor Luis Bambarén, hay aquí un cambio oportunista de posición de alguien a quien los DDHH no le importaron para nada durante el largo periodo de violencia que vivió el país, al punto de calificarlos de cojudez y de haberse callado en latín y todas las lenguas cuando era obispo de Ayacucho y su grey sufría un martirologio interminable por ser pobre, quechuahablante y encontrarse entre dos fuegos.
A nosotros no nos falla la memoria y recordamos bien que en el palacio arzobispal de Ayacucho hizo colocar un cartel que decía: Aquí no se reciben denuncias sobre DDHH; de modo que tenemos todo el derecho de dudar –como monseñor Bambarén, no pocos obispos y sin duda la mayoría del pueblo peruano– de este súbito cambio de quien se sirve del púlpito no para motivos de espiritualidad, sino para hacer política –como la hizo cuando daba conferencias de prensa con el dictador Fujimori– en tanto intenta someter a la iglesia peruana al entrismo sectario del Opus Dei.
De esto último hay suficientes pruebas, y basta leer el aviso publicado en nuestro diario el pasado sábado por comunidades de base de la prelatura de Juli, que dan escandalizada noticia de la expulsión de los padres de la orden de Maryknoll por el obispo español José María Ortega, miembro de la sociedad de la Santa Cruz, afiliada al Opus. El mismo proceder sectario que se ha registrado en otras diócesis del país y que ha dividido al pueblo católico.
Y, desde luego, está el proceso entablado por el arzobispado de Lima contra la Universidad Católica del Perú, en el cual, tras el pretexto de reivindicar una pretendida voluntad testamentaria de José de la Riva Agüero, no logra ocultarse la aviesa intención de tomar el control de dicha casa de estudios para convertirla en centro de penetración ideológica del extremismo fundamentalista de la Obra.
Menos mal, no todos los obispos son del Opus –aunque hay que andarse con cuidado, pues ya son varios– y la mayoría de ellos hacen de los pobres el centro de sus preocupaciones y apostolado. No olvidemos que la Conferencia Episcopal, a través de su presidente monseñor Cabrejos, ha dado su apoyo al informe final de la CVR en su quinto aniversario. Esa es la iglesia que cuenta, la que condena la violencia venga de donde venga, la que acompaña al pueblo de Dios en sus problemas cotidianos. La que acoge la espiritualidad de los humildes y desamparados.
martes, 2 de septiembre de 2008
Tantas veces Cipriani
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