Antenor Maraví Izarra
Por una educación liberadora:
Alentados por una absurda vocinglería en grado “Fahrenheit 451” de algunos devotos de Tomás Torquemada, el primer inquisidor - que llenó de grilletes y hogueras letales la vida intelectual española, - recientemente en el Perú se desató una especie de cacería de brujas en contra del libro de Ciencias Sociales, editado hace dos años por el Ministerio de Educación para los alumnos del Quinto Grado de Secundaria, y absurdamente se levantó polvaredas humeantes que llegaron hasta los fueros de la Dircote.
El contenido temático de este texto impreso con la opinión favorable de los miembros del Consejo Nacional de Educación, el Foro educativo y el Consorcio de Centros Educativos Católicos, en el que se incluyó las conclusiones de la Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR); con la finalidad de contribuir a formar un espíritu crítico en los estudiantes en temas como democracia, Estado de Derecho, exclusión y pobreza, historia del Perú en el contexto mundial, subversión, cultura de paz, y fundamentalmente porque es necesario que los ciudadanos del futuro conozcan la verdad sobre la dramática violencia que asoló el país las décadas del 80 y 90, cuyas secuelas sigue aún en la conciencia moral.
Toda sociedad tiene el irrenunciable derecho de conocer la verdad de todos los hechos ocurridos en su historia por más dolorosos que ellos sean; así como saber las razones y las circunstancias en las que se produjeron los aberrantes delitos en nuestro país. En esa memoria, cientos de miles de peruanos confrontaron la pesadilla más dolorosa habida en nuestra historia, llena de asesinatos individuales y colectivos, secuestros, desapariciones forzadas, presos inocentes, torturas y violaciones a los derechos humanos, causados tanto por las acciones subversivas de Sendero y el MRTA, así como las fuerzas represivas del Estado, que es necesario que los ciudadanos del futuro conozcan, por un nunca más.
Sin embargo, estas intenciones de actualización pedagógica y necesario análisis de la realidad contemporánea nacional, a algunos censores del oficialismo, especialmente a la profesora Mercedes Cabanillas, ex Ministra de Educación, le indujo a señalar que el texto es un “contrabando ideológico” y que en sus páginas se hace apología de terrorismo, alentados por comunistas y caviares infiltrados. Vaya mirada, llena de ira santa, que no paró hasta disponer la presencia de la policía antiterrorista ¿?, dizque para investigar y analizar el contenido del texto; y ahora inclusive nos amenaza con presentar al Congreso un proyecto de ley para beneficiar selectivamente a militares que violaron los derechos humanos.
Poco le faltó a esta distinguida educadora aprista, para pedir azafates como Salomé, para ver rodar cabezas y gritar como el inefable McCarthy que en la década del 40, creó comités de vigilancia USA para la persecución de izquierdistas y a todo aquel que se le cruzara en el camino sin los brazaletes partidarios.
Frente a esta realidad, que en materia pedagógica se parecen a los años de la corriente escolástica, impuesta por los conquistadores del país, donde se rendía culto al memorismo, en el que al alumno se le consideraba como un simple objeto receptor, adocenado y sin capacidad de opinión, es bueno recordar que actualmente confrontamos nuevos enfoques y corrientes pedagógicas, en el que el estudiante es el núcleo principal de la enseñanza aprendizaje, donde es menester que el alumno conozca e interprete junto a sus compañeros y maestros la realidad socio económica del Perú, de la región y de la localidad donde vive.
Décadas atrás, el recordado e insigne maestro peruano José Antonio Encinas, autor de la “Escuela Nueva en el Perú”, proclamó en alta voz que “Todos los males que sufre la sociedad actual son consecuencias de nuestra incapacidad para comprender a los estudiantes, creer que son simples receptores, sin derecho a opinión, hay que prepararnos para abrirles nuevos caminos donde la justicia y la verdad sean sus principales valores”. A su vez, el destacado educador brasileño Paulo Freire, reconocido mundialmente por su prédica pedagógica de cambio, expresado entre otros, en el título de sus obras completas: “La educación como práctica de la libertad”, su prédica pedagógica siempre se orientó para transformar las inequidades, llenas de excluyentes y devoradores, con un posicionamiento muy claro hacia el cambio y la transformación de la sociedad.
En este sentido, cualquier propuesta educativa debe partir de una cuidadosa lectura real y objetiva de lo que somos y a donde queremos llegar. No debemos olvidar que la educación peruana siempre ha sido un barco a la deriva, donde los gobernantes de turno, no han definido políticas estables, cada inquilino del Ministerio de Educación, ha cumplido acciones meramente circunstanciales, levantando cada cual sus castillos de naipes que se han derrumbado con el primer soplo, y siempre se ha caminado con las muletas de una interminable improvisación.
Es necesario suprimir ese perjudicial mito que obliga a cada gobierno a identificarse con “su” reforma educativa, con resultados generalmente nefastos, pues, se trata de simples parches, que por lo general ni siquiera se atreven a mirar las aristas de inmemoriales exigencias de cambios estructurales. De eso se trata, si no entendemos esta dramática realidad en su justa dimensión, vamos a convertirnos en un compañero más del protagonista de la película “Fahrenheit 451”, cuya paradójica misión fue la de quemar libros, pensando que la gente ha de ser feliz a cualquier precio, y donde la ignorancia es lo mejor para ser felices entre la injusticia y la impunidad.
Ray Bradbury, es el autor de la novela que fue llevada al cine por Francois Trufaut el año 1953. Esta película retrata a una sociedad futurista pero a la vez vacía y oscurantista, en la que el cuerpo de bomberos quema viviendas y bibliotecas a diestra y siniestra para destruir los libros y evitar que la gente tenga un pensamiento independiente, crítico y participativo. Describe a una sociedad sumisa, pusilánime, incapaz de levantar la voz y defender sus derechos, donde sus gobernantes los consideraban como un redil de rebaños.
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