Según el sabio Delfín Carbonell, autor del Diccionario Sohez, la palabra jijuna significa ”persona débil, pobre, tímida y muy indeseable”. Por otro lado, según la mafia vasca (en la ‘madre patria’), jijuna es “el más rastrero, el más canalla, el más traidor, el más miserable, el más abyecto, el más ruin y asqueroso, el más maloliente y cutre de la sociedad”. Por su parte, Vargas Llosa, Santiago Roncagliolo, Bryce Echenique o Jaime Bayly, utilizaron la palabra jijuna para describir a quien es “irrecuperable por lo malnacido, lo mendaz y lo malvado que es, y que, al verlo, da inmediato y espontáneo asco. Es escoria. Es lo peor, lo más bajo”.
Es entonces –concluimos nosotros, haciendo comparaciones- como llamar “güey” a un mexicano, o “boludo” a un argentino, o “conchatumadre” a un peruano. Por eso escogimos el epíteto, en esta ocasión, no por lo grosero ni porque nos falten palabras para calificar a Fujimori adecuadamente, sino porque cada vez que lo conocemos un poco más, y nos ponemos a pensar que éste fue presidente de la república por casi 11 años (por ejemplo ahora último en el juicio que se le sigue por haber entregado 15 millones de dinero a Montesinos), éste y su abogado Nakasaki, no han negado tal entrega, sino que por ‘haberlo devuelto (15 al estado y 3 millones más al ejército), dicen que no es culpable, que es inocente, que sí reconoce el hecho pero no el delito’, etc.Cualquier significación que se le dé a la palabra, o todas las mencionadas juntas, en Fujimori -quien recibirá la condena el lunes próximo- es hasta insuficiente.
Está demostrando que es un personaje miserable de quien no cabía esperar ningún arrepentimiento ni vergüenza. Demostrado, que no sabe comportarse sino cómo un jijuna, de encanallamiento habitual y consuetudinario; y, por último, puede solo mostrar ese aspecto repugnante de genocida.El hecho es que este delincuente que se defiende como santo manifestando que ha devuelto los 15 millones, y tres más, sin mencionar de dónde (porque juraba que ganaba sólo 2 mil soles mensuales), tampoco explicó por qué Montesinos no lo devolvió. ¿Por qué no quería perjudicar a su admirado socio?, ¿porque 18 milloncitos era una bicoca para lo que poseía o manejaba en efectivo?
Crimen y castigo es el título de la famosa novela de Fedor Dostoyevsky. Apelamos a su mensaje para manifestar que, aunque por ahora el jijuna está pasando una etapa rosa de su carcelería, apoyado por la plata que tiene, y sin descender a las honduras de la psicología profunda del novelista ruso, en el paralelismo que se nos ocurre establecer entre Rodion Raskolnikov y Alberto Fujimori, éste acaba de ser condenado a 25 años por haber ideado y dirigido un alevoso asesinato en Barrios Altos y Cantuta, y merece todavía más, mucho más.
Raskolnikov se convirtió en asesino de una vieja usurera y fundamentando que era un parásito dañino que debía desaparecer, como el jijuna que considerándose ‘el mejor presidente’ podía aplicar ‘su’ guerra particular (de baja intensidad), catalogándose además como un hombre excepcional, de una inteligencia tan alta. Es decir, no era sino un megalómano egocéntrico. El asesino de “Crimen y castigo” reconoció que lo ideó solito, y demostró que por lo menos no es un jijuna; pero nuestro personaje chino-criollo, no se atreve o no quiere, o no puede, reconocer que su estrategia fue tomada de los instructores de la Escuela de las Américas.
Solo dice que su objetivo esencial era liquidar al “enemigo interno”, como lo mandaba la “doctrina de la seguridad nacional”. ¿Quién era el enemigo interno? Pues, los senderistas comunistas, sindicalistas, intelectuales y hasta los demócratas. Con esa idea impuso el terrorismo desde el estado. Con esa idea robó todo lo que pudo (de la mano con Montesinos), regaló plata por fajos (a través de Montesinos), dominó a medio Perú (a través de Montesinos) y, esto es lo más peligroso, quiere seguir dominando nuestra patria (dicen que, ahora, a través de Keiko Fujimori). Jijuna, tenía que ser. En el paralelo que hacemos entre Raskolnikov y Fujimori, hay un punto de acercamiento real, por lo parecido de sus suertes: el primero es un pobre ser que vive atormentado por su acción delictiva y va a parar a Siberia, se convierte en una piltrafa psicológica; y el segundo, Fujimori, el todopoderoso Presidente que en 11 años se adueñó de un país que ni siquiera era suyo, es una ruina física y, acaso, moral y política, digan lo que digan. Lo tratan y asisten humanamente, como a un rey depuesto, pero rey al fin; pero, está castigado como se lo merece. “No hay cuenta sin paga”, como dijo el gran Nilo Soruco, y Fujimori empieza a pagar.
Fuente: Editorial del Diario La Calle - Ayacucho
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