García castiga la sensatez, quiere muertos
Por: Ismael León Arias
Cuando en el futuro se recuerden los sucesos de Moquegua, el comportamiento de su población será enaltecido, como el del General PNP Alberto Jordán Brignole. Contrariamente, la torpeza del presidente García será asociada al gobernante que -como diría Borges- es capaz de traicionar a la traición.
La conducta del ministro aprista del Interior, Luis Alva Castro, también será enjuiciada y no sólo por este episodio, como la reiteración de una trayectoria insolvente y huidiza. Qué decir del muy desleal director general de la PNP, general Octavio Salazar, digno acompañante de tan ilustres personajes.
La conducta del ministro aprista del Interior, Luis Alva Castro, también será enjuiciada y no sólo por este episodio, como la reiteración de una trayectoria insolvente y huidiza. Qué decir del muy desleal director general de la PNP, general Octavio Salazar, digno acompañante de tan ilustres personajes.
Los hechos
Ya conocemos lo que pasó en Moquegua. La explosión social ocurrió cuando la gente entendió que el gobierno no escucharía siquiera sus reclamos por el canon minero. Fue cuando acordaron tomarse el puente Montalvo y que desde esa posición el país escuche su demanda.
En esas circunstancias –ante la ausencia del coronel jefe de Moquegua- el mencionado Salazar ordenó que Jordán enfrentara el conflicto, y convino con él en gestionar un diálogo previo, sin armas, con las autoridades locales y los ocupantes del puente.
En los medios Jordán ha dicho que fue con 70 hombres desarmados, porque “en las órdenes de operaciones se señala que no deben emplearse (armas) en situaciones de control del orden público”. Quedó claro que entre tanto no habría represión policial.
Primera traición
En el curso de la negociación entre el general y los dirigentes de la toma, apareció en el cielo un helicóptero y desde allí lanzaron numerosas bombas lacrimógenas a la multitud, entre quienes había niños y ancianos. Como ha dicho la periodista Rosa María Palacios –una liberal honesta, que las hay- es absurdo suponer que el oficial haya sido cómplice de esta acción, porque nadie se bombardea a sí mismo y a su tropa.
Hubo entonces una traición inicial, operada desde Lima por jefes policiales, pero emanada presumiblemente desde el despacho de Alva Castro, mentiroso graduado.
Como es natural, los gases enardecieron a la población. Hay que subrayar que había niños y ancianos, lo que explica el cuidado de Jordán. Pero en ese momento los ocupantes del puente pensaron que eran víctimas de otro engaño. Rodearon al oficial y a su tropa y los declararon rehenes.
30 muertos y una hipótesis
Hubo entonces dos días de convivencia forzada, durante la cual se esclarecieron muchas cosas. Primero, que ningún policía portaba armas. Segundo, que esos policías también habían sido abandonados a su suerte por el gobierno y se descubrían tan estafados como sus captores. Tercero, que ellos también tenían reclamos salariales desatendidos. Cuarto, que nada los distinguía de aquellos con quienes compartían la olla común. Quinto, que en el puente todos eran peruanos.
Al final llegaron a un acuerdo. Dejaron en libertad al contingente policial y el jefe pidió disculpas por los bombazos. Al día siguiente Alan García, perpetró la segunda traición; habló de un general miedoso. Puñalada a la sensatez y la honorabilidad del oficial. ¿Qué hubiera pasado si la policía asesina 30 pobladores?, se ha preguntado el general Jordán.
Contra lo que él pudiera suponer y para su mayor desconcierto le enviamos la siguiente hipótesis. En ese caso el presidente también lo habría sancionado, pero por ejercicio extremo de la violencia. Y acompañado de Alva habría concurrido al velorio de las víctimas; les habría extendido su más sentido pésame y hasta habría prometido una indemnización que jamás recibirían.
Tercera traición
La que el sábado vuelve a golpear al general, cuando es destituido del cargo por orden de García. Antes Alva Castro lanza otra patraña a través de RPP. Asegura que “la Inspectoría General investigará lo ocurrido para establecer las responsabilidades a que hubiera lugar”. A su lado, sentado con cara de ladrillo, luce el otro Caín de esta anécdota, general Octavio Salazar, director general de la PNP.
Fuente:W.orrillo L.
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