Escribe: Antenor Maraví Izarra
Con un inusitado despliegue informativo, recientemente el Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI), con la anuencia reiterativa del Presidente Alan García, anunció como un gran hallazgo que el índice del hambre en la región Huancavelica de 61.1% registrado el año 2006, ha subido en el año 2007 a 66.1%, enfatizando que es la región que concentra la mayor población desnutrida del país. En esta curiosa caja de resonancia informativa de tan original descubrimiento, el presidente García enfatizó: “Me gusta decirle al país la verdad, la pobreza en las ciudades pequeñas de la sierra pueden tener una solución rápida, pero en los pobladitos que ascienden a 60 mil, cuesta muchísimo”. Claro en esos “pobladitos” que no figuran ni en el mapa o en todo caso borrosamente se denotan en el periscopio palaciego, siempre será difícil solucionar sus históricas demandas de justicia social, mientras los gobernantes sigan sirviendo a pie juntillas las ordenanzas del neoliberalismo.
Lo cierto es que, tanto en las comunidades más alejadas y la mayoría de los centros poblados de las provincias de Huancavelica, la extrema pobreza siempre ha sido un paisaje común donde la intensidad de las palabras poéticas y la universalidad del mensaje humano, tanto de César Vallejo como de José María Arguedas, siempre temblaron en el aire abrazados al dolor constante de los hombres y mujeres de esta región.
La región Huancavelica, cuenta con siete provincias: Acobamba, Angaraes, Castrovirreyna, Huancavelica, Huaytará, Churcampa y Pampas. De acuerdo al mapa de pobreza levantado por el MEF el año 2002, se señaló la existencia de seis distritos de esta región como los más pobres del Perú.
La tasa promedio de mortalidad infantil señalada en el ámbito nacional es de 43 por 1,000 nacidos, en Lima de 23 por 1,000, en Huancavelica de 109 por 1,000, y en las zonas alto andinas esta tasa registró por encima de 170 por 1,000 nacidos vivos, por lo tanto el registro de la mortalidad infantil de la población campesina de Huancavelica es hasta siete veces más alta que la de Lima: De otro lado, mientras que la esperanza de vida en Lima alcanza a un promedio de 77 años de edad, en Huancavelica es de 57.3 años, asimismo es una de las regiones con índices más altos de morbi mortalidad materna por falta de servicios de salud adecuados.
La principal causa del alto índice de enfermedad y muerte son la pobreza extrema, el analfabetismo, la inaccesibilidad cultural, vial y geográfica de la población. Existe un médico para 20 mil personas, pero dado que la mayoría de los médicos viven en las ciudades, no es exagerado afirmar que en las zonas rurales, dispersas en pequeñas comunidades y aldeas alejadas, esta cifra poblacional se duplica para un solo médico.
El ingreso per cápita del campesino huancavelicano registrado el año 2000, ha sido calculado en 450 nuevos soles al año, es decir 38 nuevos soles al mes, y los distritos más castigados por la extrema pobreza de entonces fueron: Anta y Andabamba (Acobama), Anchoncca (Angaraes), Anco y Pachamarca (Churcampa), Surcubamba (Tayacaja), y Yauli (Huancavelica). Todo esto, sin considerar las heladas, sequías y las inclemencias del clima frígido que de manera permanente aflige a la gran mayoría de la población.
Por lo tanto, frente al descubrimiento del jefe del INEI y el desaliento del presidente por atender a estas comunidades por sus alejadas ubicaciones geográficas, es bueno recordarles que la Pobreza en nuestro país y de manera particular en los centros poblados de Huancavelica, tienen aristas muy antiguas y su rostro abarca más que un salario paupérrimo, el olvido de los gobernantes. Además de la mala salud, la falta de vivienda y la educación, se refleja también en la incapacidad de los gobernantes en aplicar políticas inclusivas, pues estas comunidades campesinas desde siempre han estado olvidados en la atención de sus más elementales derechos, considerados como ciudadanos de tercera y cuarta categoría.
En esta dramática realidad, los derechos humanos de estas comunidades, siguen siendo un gran desafío entre la barbarie y la civilización hoy globalizada. Una frontera entre la honestidad y la corrupción, entre promesas demagógicas y frustraciones, de sueños y esperanzas abortadas por las ambiciones personales y afán de poder de quiénes fueron elegidos comos sus representantes.
De modo que, le recordamos al presidente García que, antes de seguir buscando las punta de viejas madejas como hallazgos, y antes de seguir soñando en las olimpiadas y las musarañas del centralismo asfixiante, cada vez más servil a los mandatos del neoliberalismo salvaje imperante, empiece a rodearse de buenos informantes, pues hay una deuda histórica con Huancavelica, una inmensa e impostergable tarea de atender solidariamente sus derechos sociales, económicos y culturales.
Lo cierto es que, tanto en las comunidades más alejadas y la mayoría de los centros poblados de las provincias de Huancavelica, la extrema pobreza siempre ha sido un paisaje común donde la intensidad de las palabras poéticas y la universalidad del mensaje humano, tanto de César Vallejo como de José María Arguedas, siempre temblaron en el aire abrazados al dolor constante de los hombres y mujeres de esta región.
La región Huancavelica, cuenta con siete provincias: Acobamba, Angaraes, Castrovirreyna, Huancavelica, Huaytará, Churcampa y Pampas. De acuerdo al mapa de pobreza levantado por el MEF el año 2002, se señaló la existencia de seis distritos de esta región como los más pobres del Perú.
La tasa promedio de mortalidad infantil señalada en el ámbito nacional es de 43 por 1,000 nacidos, en Lima de 23 por 1,000, en Huancavelica de 109 por 1,000, y en las zonas alto andinas esta tasa registró por encima de 170 por 1,000 nacidos vivos, por lo tanto el registro de la mortalidad infantil de la población campesina de Huancavelica es hasta siete veces más alta que la de Lima: De otro lado, mientras que la esperanza de vida en Lima alcanza a un promedio de 77 años de edad, en Huancavelica es de 57.3 años, asimismo es una de las regiones con índices más altos de morbi mortalidad materna por falta de servicios de salud adecuados.
La principal causa del alto índice de enfermedad y muerte son la pobreza extrema, el analfabetismo, la inaccesibilidad cultural, vial y geográfica de la población. Existe un médico para 20 mil personas, pero dado que la mayoría de los médicos viven en las ciudades, no es exagerado afirmar que en las zonas rurales, dispersas en pequeñas comunidades y aldeas alejadas, esta cifra poblacional se duplica para un solo médico.
El ingreso per cápita del campesino huancavelicano registrado el año 2000, ha sido calculado en 450 nuevos soles al año, es decir 38 nuevos soles al mes, y los distritos más castigados por la extrema pobreza de entonces fueron: Anta y Andabamba (Acobama), Anchoncca (Angaraes), Anco y Pachamarca (Churcampa), Surcubamba (Tayacaja), y Yauli (Huancavelica). Todo esto, sin considerar las heladas, sequías y las inclemencias del clima frígido que de manera permanente aflige a la gran mayoría de la población.
Por lo tanto, frente al descubrimiento del jefe del INEI y el desaliento del presidente por atender a estas comunidades por sus alejadas ubicaciones geográficas, es bueno recordarles que la Pobreza en nuestro país y de manera particular en los centros poblados de Huancavelica, tienen aristas muy antiguas y su rostro abarca más que un salario paupérrimo, el olvido de los gobernantes. Además de la mala salud, la falta de vivienda y la educación, se refleja también en la incapacidad de los gobernantes en aplicar políticas inclusivas, pues estas comunidades campesinas desde siempre han estado olvidados en la atención de sus más elementales derechos, considerados como ciudadanos de tercera y cuarta categoría.
En esta dramática realidad, los derechos humanos de estas comunidades, siguen siendo un gran desafío entre la barbarie y la civilización hoy globalizada. Una frontera entre la honestidad y la corrupción, entre promesas demagógicas y frustraciones, de sueños y esperanzas abortadas por las ambiciones personales y afán de poder de quiénes fueron elegidos comos sus representantes.
De modo que, le recordamos al presidente García que, antes de seguir buscando las punta de viejas madejas como hallazgos, y antes de seguir soñando en las olimpiadas y las musarañas del centralismo asfixiante, cada vez más servil a los mandatos del neoliberalismo salvaje imperante, empiece a rodearse de buenos informantes, pues hay una deuda histórica con Huancavelica, una inmensa e impostergable tarea de atender solidariamente sus derechos sociales, económicos y culturales.
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