Editor: Antenor Maraví
Confidencias en Alta Voz: agosto 2012

miércoles, 22 de agosto de 2012

Las viejas y lacerantes heridas del Maestro peruano

Por: Antenor Maraví Izarra (*)


 
Hace más de un siglo, cuando se le preguntó a Dn. Manuel González Prada, ¿Qué haría si lo pusieran a cargo del Gobierno Nacional, - el ilustre patricio, que en aquellos años ya había calificado en voz alta, la corrupción imperante en el país, como un cuerpo purulento, donde se ponía el dedo brotaba pus – respondió: “Corregir el sistema educativo. Creo firmemente que si el Perú ha de salvarse en su integridad algún día, lo ha de lograr gracias a los maestros; no a los políticos”.
Aún cuando esta cita para algunos suene como una herejía, la repetimos con unción, aunque un poco tarde, como una sumatoria a sus justas exigencias de reconocimiento y dignificación a su noble labor docente. Solidaridad con los maestros y maestras que laboran con estoicismo y entrega patriótica en las zonas alto andinas, amazónicas y los ardientes arenales de la costa, donde empiezan y terminan los límites del Perú profundo.
Y duele en el corazón de ese país  de todas las sangres y heredades milenarias llenas  de nobleza y solidaridad ancestral del pueblo peruano, que por exigir sus justificados derechos reivindicativos, como en los afiebrados tiempos de Torquemada, premunidos de una especie de binoculares de daltonismo, a la mayoría de los huelguistas del CONARE SUTEP procedentes de 18 regiones, concentrados en Lima, los tildaron como rojos diabólicos,  y a otros tantos los vilipendiaron motejándolos como marionetas manejadas por Movadef. ¿Qué tiempos son estos, donde las exigencias de pleno derecho, son trocadas como por arte de magia en ceras y pabilos sin confesionarios ni posibilidades de concertación? ¿y el diálogo anunciado Por  el Presidente Ollanta?.
La crisis de la educación peruana es integral y es estructural. Se manifiesta en todo el sistema: En lo teórico y conceptual es excluyente y elitista, los planes de estudio, curriculares inclusive de formación docente. Lo que se hizo hasta ahora fue copiar teorías educativas, sin tener en cuenta nuestra diversidad y pluriculturalidad.
Mientras el país y la sociedad no tengan una clara voluntad por priorizar la educación en la perspectiva de una política de Estado, cualquier decisión o gestión  que se haga no pasará mas allá de los linderos transitorios y circunstanciales, el asunto es tener  la voluntad de cambiar con planes definidos los variados retos que impelen. No debemos olvidar que en tiempos difíciles como el actual surgieron propuestas y acciones diseñadas por hombres y mujeres de buena voluntad como el Inventario de la Realidad Educativa del año 1956, organizado por el historiador Jorge Basadre, y el Informe de la Educación Peruana del año 1970 que sirvió de base para la Ley General de Educación19326, denominada como la Ley de Reforma Educativa,  propulsada por tres ilustres maestros: Emilio Barrantes, Augusto Salazar Bondy y Walter Peñaloza, entre otros, que generaron una auténtica transformación de la estructura y contenido educativo del país, lamentablemente esta revolucionaria ley, duró apenas ocho años, fue exacerbadamente  combatida por tirios y troyanos, que no entendieron su dimensión revolucionaria, pese a todo fue aplaudida por la UNESCO y sirvió como modelo a tomar por varios países del tercer mundo.
Hay pues, mucho por hacer y grandes deudas que pagar. Hay aquí  una obligación del Estado que supera las meras condiciones de infraestructura y que acentúa su carácter de emergencia por la aguda crisis de la enseñanza aprendizaje, amén de la remuneración paupérrima de los maestros, que exigen dignidad y respeto a sus derechos. Una vez más, en su doliente e interminable vía crucis, como en los dados eternos de Vallejo, una y otra vez siguen encaminados  al gólgota de la incomprensión de sus gobernantes.