Editor: Antenor Maraví
Confidencias en Alta Voz: UCHURACCAY: 30 AÑOS DESPUÉS

sábado, 26 de enero de 2013

UCHURACCAY: 30 AÑOS DESPUÉS


Por:  Antenor Maraví Izarra(*)

Hoy se cumple 30 años del cruel asesinato de ocho periodistas peruanos en Uchuraccay, cuya alevosía, envuelta en los  dolientes años de la dramática violencia que confrontó el país, y en particular Ayacucho, dio vueltas al mundo, causando variadas interrogantes sobre los autores intelectuales o los que directamente perpetraron esta terrible vesania, impidiendo con tanta crueldad, la sagrada misión que compartieron solidariamente en la búsqueda de informar y decir la verdad de cuanto acontecía en aquellos tiempos de hondo dolor.
Tras esta violencia, como un caso sui géneris, al mismo tiempo controversial, no faltaron quienes aprovechando la humildad y los rostros inocultables de su inmemorial exclusión socio económica del que insoslayablemente adolecían los lugareños, urdieron variadas patrañas, entre otros, acusándolos a los comuneros de haber dado muerte a los ocho periodistas, exculpando de toda causa a los militares acantonados en la zona, de cuyas resultantes dos comuneros fueron sentenciados a 15 años de prisión injusta.
Lo cierto es que, a lo largo de estas tres décadas, en variadas declaraciones y acumulaciones de indicios aportados por los moradores de las zonas adyacentes a Uchuraccay, y las confesiones de los familiares directos de los supuestos victimarios, los  líderes de la comunidad fueron inducidos a autoinculparse.
En la entrevista televisiva, efectuada el día de ayer por Beto Ortiz, al autor del libro: "Memorias de un soldado", Lurgio Gavilán Sánchez, (ex senderista, ex soldado y ex sacerdote franciscano, copartícipe de los años difíciles que imperó en los años 80 y 90), hoy convertido en antropólogo, señaló ante las cámaras de la TV, que cuando era soldado, entre otras actividades bélicas, sus jefes militares les enseñaron a beber sangre humana y cotidianamente cambiar de atuendo de acuerdo a las circunstancias.
Sin embargo, a pesar de estas luces que, de cuando en cuando parpadean en la afirmación de la verdad, duele que algunos peruanos sigan motejando a los que dicen la verdad como apologistas del sensacionalismo y la mentira. Los dolorosos años de la irracional violencia que confrontó el país siguen lacerantes en la memoria del pueblo, y  como tal, debemos honrar con hechos plausibles a los mártires de Uchuraccay y otros tantos, héroes anónimos que ofrendaron sus vidas en la defensa del Estado de derecho y la democracia al real servicio de las aspiraciones superiores del pueblo peruano.
En esta perspectiva, para quiénes de alguna manera tenemos la posibilidad de acceder a los medios de comunicación, debe  ser una oportunidad para reafirmar nuestro compromiso ético moral  en la defensa de la verdad, pues una nación tan afectada por la violencia, la impunidad y la corrupción como la nuestra, no podrá reconciliarse sino es en base a la verdad y la justicia.


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