Editor: Antenor Maraví
Confidencias en Alta Voz: Cajón desastre

sábado, 11 de octubre de 2008

Cajón desastre

Paco Moreno


Aunque demasiado lento, el gabinete se derrumbó como un castillo de arena. Quizá de alguna alcantarilla y otros lugares peores, en el transcurso de esta alborotada semana, salieron los petro-audios y el gabinete “se apoyó en los brazos del presidente García e hizo un intento de caminar. Después de unos cuantos pasos cayó, suplicando por dentro; pero sin decir una sola palabra. Dio un golpe seco contra la tierra y se fue desmoronando como si fuera un montón de piedras” .Yo vi a Jorge del Castillo marchando contra la dictadura junto a los obreros y estudiantes, levantando el puño derecho y gritando “y va caer y va caer, el chino va a caer”. También vi a Del Castillo, junto a los obreros y estudiantes, agitando a los “compañeros” y a los otros, para que apresuraran el mandato de ese “cholo”, que con gringa al costado y sus amigos gringos al otro lado, había llegado a ser presidente.

Luego, vi a un flamante premier, al lado del presidente García, parado como un tronco, como mirando sobre el hombro a los obreros y estudiantes que habían luchando tanto pero que no habían ganado nada, salvo mayor dignidad.
El alcalde aprista de Lima, el abogado mosca de Alan, el varias veces legislador del partido de la estrella había vuelto al poder que él creía que era su casa y que nunca debía dejar. En este desastroso segundo gobierno de García, Del Castillo se ha portado como el verdadero derechista que es. Él cree, como sus amigos del gabinete, que el Perú está bien cuando sus amigos los ricos están bien. Habló de diálogo y concertación y siempre salió pateando el tablero de las reuniones, porque su intención no era gobernar para todos sino para los expertos en “faenones” y “aceitadas”.
Todos hemos visto a este Del Castillo, el amigo del financista de su campaña, audios dixit, Fortunato Canaán, y de Peggy Cabral; el pataza de Rómulo León. Lo hemos visto esta semana, con su triste peinado de raya al costado, agitando a sus ministros, para irrumpir en el Congreso sin respetar agendas ni nada.
Lo hemos visto ninguneado por Javier Velásquez, señal inequívoca de que en Palacio ya le habían bajado el pulgar. Lo hemos visto alucinándose presidente de la República, dando un mensaje a la Nación y lo hemos visto repetir lo ya dicho, palabras huecas, que ya nadie le cree. Se le ha quitado a Del Castillo la cachita y sus chistes malos contra las organizaciones sociales. Ahora anda cabizbajo, como un búfalo desesperado, rogando que ya no suelten más petro-audios. Después quizá lo veamos sentado en el banquillo para explicar tantas cosas. Mientras tanto, en Palacio de Gobierno la cosa está que quema. A pesar de su tranquilidad de la tarde de ayer, que miraba de reojo, de rato en rato, a Del Castillo despiéndose, imaginamos al presidente García dando vueltas por una sala y por otra como un león bravo y herido. Lo imaginamos gritando, ahuyentando con su voz de tenor jodido a los Húsares de Junín; meditando ante sus asesores, a quienes les pide que hablen pero no los escucha; tamborileándose la papada en busca de soluciones, pero le siguen lloviendo problemas; y lo imaginamos ordenando, mandando, carajeando y golpeando la mesa con su gran puño derecho, el que más le gusta ahora que ya no usa la izquierda ni para agarrar el celular.
El teléfono “antichuponeo” trabaja duro en Palacio y las propuestas y condiciones se cruzan en las líneas como flechas. Se arma el nuevo gabinete. “Se van muchos”, dicen, pero esto, al parecer, no será suficiente. Todos debieran irse por lo que se fue Juan Valdivia, “dignidad, decencia”, aunque no le creamos. García quisiera tener un plan de salvataje como el de su amiguísimo Bush. Convoca a uno y a otro, para ver si alguno vale, para ver si otro le sirve. Ha citado para hoy, por ejemplo, a una reunión de emergencia a los presidentes regionales a quienes tanto ha maltratado. Quizá les plantee compartir un poquito el poder y trabajar a favor de la estabilidad tan deteriorada.
García debió hacer eso desde el inicio de su gobierno pero las evidencias nos señalan que el mandatario sólo trabaja con los ricos, los derechistas y aquellos que hacen mérito a diario para disfrutar de la riqueza y el poder; es decir, los apristas, salvo poquísimas excepciones. De la noche a la mañana, los apristas han pasado a ser unos apestados.
Hasta los fujimoristas les han dado la espalda y eso es grave, eso es demasiado. García había dicho en la campaña electoral que los apristas habían aprendido de los errores que cometieron durante su primer gobierno (1985-1990). Ahora, que los han vuelto a agarrar con las manos en la masa, ya sabemos que los apristas no han aprendido a ocultar sus malas costumbres.

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