Editor: Antenor Maraví
Confidencias en Alta Voz: ¿Defender a Magaly Medina?

sábado, 18 de octubre de 2008

¿Defender a Magaly Medina?


Juan Gargurevich (*)

Tomar partido por Magaly Medina ¿significa defender la libertad de expresión? Menudo dilema que enfrentamos quienes hemos trajinado algunas veces en redacciones y sufrido hasta persecuciones por presuntos excesos. Pero un profesor de periodismo debiera tener una respuesta a mano porque es absolutamente seguro que sus alumnos lo interrogarán al respecto.La verdad es que desde la Declaración de los Derechos del Hombre se advirtió que el ejercicio del periodismo debía ser bajo responsabilidad y que las transgresiones serían reprimidas por la sociedad. En sistemas autoritarios se llegó hasta la pena de muerte; en los democráticos se optó por las sanciones económicas y eventualmente por la prisión efectiva, que es el caso de la periodista Medina.
(Los feroces periódicos sensacionalistas ingleses, los más invasores del mundo, se baten a diario en los tribunales y las sentencias condenatorias van por lo general para las empresas, no a los periodistas).Los colegas que trabajan temas personales están obligados a vigilar los límites que separan a la información de la injuria, de la cobertura simple a la invasión de la privacidad, a la verdad de la mentira. Las transgresiones los convierten en pasibles de reclamo y eventual castigo judicial. Y se insiste en que debiera ser la ética, la deontología, la que rija esas relaciones. Se alega que nuestro Poder Judicial ha afirmado su majestad con la sentencia.
Pero recordemos que durante diez años la prensa popular llamada “chicha” de Montesinos y Fujimori insultó con absoluta impunidad a quien le dio la gana y ninguna querella prosperó por el control gubernamental sobre las decisiones judiciales. Que no nos vengan ahora con libertades tradicionales de criterio.En el caso que comentamos hay como ingrediente particular la mala conducta procesal de la Medina. Burlas constantes de los jueces, inasistencias a citaciones, condenas sucesivas de prisiones “no efectivas”, todo como parte de una promoción personal que la presenta como la irreverente y valiente por excelencia.
Seguimos preguntándonos si debiéramos avalar esas conductas porque, dicen algunos colegas bien intencionados, defender a Medina es defendernos a nosotros mismos de eventuales abusos judiciales dado el precedente. Pero el buen periodismo se defiende solo, hasta donde entiendo. Las arbitrariedades se cometen en regímenes antidemocráticos donde las reglas de juego cambian de tal manera que el abuso se extiende hasta la prensa.Los abogados están por la sentencia; los periodistas reclaman exceso e injusticia.
Los profesores de periodismo debemos insistir en que aquel no era siquiera buen periodismo de entretenimiento y que ahora Magaly Medina tendrá que reflexionar sobre su práctica profesional porque no podía ignorar que alguna vez alguien lograría borrarle la sonrisa.

(*)La Primera

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